El segundo partido de Chile en la Copa Mundial de Brasil será contra España, el vigente campeón y al cual nunca hemos ganado en partidos oficiales. Por eso hoy Chile pretende cambiar la historia futbolística.
¿Podrá también nuestro país cambiar su historia económica y ganar el campeonato del subdesarrollo y superarlo?
Así como en la columna anterior se aprovechó el partido contra Australia para mostrar las diferencias entre los modelos de desarrollo minero, esta columna utiliza como excusa el partido entre Chile y España, para plantear algunas reflexiones sobre cuánto ha influido nuestra herencia colonial en el camino al desarrollo, sobre todo desde la perspectiva de los recursos naturales.
Un punto de partida útil es el de comparar los modelos de colonización. Si bien Inglaterra y España tenían objetivos similares para la conquista y colonización, sí existieron diferencias relevantes en el estilo de colonización. Mientras la colonización en EE.UU., Australia y Nueva Zelanda favoreció la implantación de familias completas que reprodujeron formas de vida y de producción de la potencia del momento ( Inglaterra), la colonización en los otros lugares fue dominada por hombres que procuraron la búsqueda de rentas y el mestizaje. A este respecto, David Landes estima que la proporción de inmigrantes masculinos respecto de las inmigrantes femeninas era de 10 a 1 en Nueva España (México), mientras Niall Ferguson señala que sólo un 25% del millón y medio de inmigrantes españoles y portugueses que llegaron a América antes de la independencia fueron mujeres. Este desbalance hizo inevitable el mestizaje masivo y con ello se generó una rígida estratificación social: blancos, mestizos, indígenas y esclavos.
Por el contrario, la inmigración europea al territorio actual de Estados Unidos fue una de las más aceleradas de la historia y constituida principalmente por familias. Entre 1689 y 1815 más de un millón de europeos continentales (mayoritariamente familias alemanas y suizas) se establecieron allí, mientras que entre 1601 y 1701 la cantidad de ingleses superó las 700 mil personas.
Este diferente estilo de colonización puede ayudar a entender por qué en las colonias de España predominó más bien un modelo de extracción de riqueza y con un compromiso más débil con el desarrollo a largo plazo de los territorios colonizados. La configuración temprana de una elite terrateniente predeterminó la estructura social del país hasta bien entrado el Siglo XX, y está detrás de los altos niveles de desigualdad presentes en Chile y en casi toda América Latina. Junto a ello, existen factores culturales que configuran la estructura social de gran incidencia, como el legado español en la matriz católica de la sociedad chilena en contraste con la raíz protestante de las colonias anglosajonas, por ejemplo.
Estos rasgos pueden explicar el comportamiento rentista en las sociedades de América Latina, que en gran medida ha perdurado hasta hoy, y que se refleja en una cultura donde la poca cohesión daña el capital social, la confianza en el otro, y a partir de ello la capacidad de tomar riesgos, de emprender y finalmente de innovar, lo que a la larga afecta la competitividad. En el caso de Chile, este origen de nuestra sociedad ligada a una estructura social y económica enfocada en la renta y que ha moldeado buena parte de nuestras relaciones sociales y económicas, podría explicar el acendrado efecto de la visión de la "vaca lechera" cuando hablamos de minería.
Entender las causas fundamentales del crecimiento económico es sin duda un gran desafío en el que el estilo de colonización y su impacto en las instituciones y las políticas de incentivos económicos, ayudan a comprender las diferencias en los niveles de crecimiento entre Corea del Sur y Singapur, del de Nigeria, o entre Australia y Chile, por señalar ejemplos.
Ganar el partido del subdesarrollo requerirá que Chile haga historia. A 200 años de la independencia, ya no se trata tanto de superar materialmente estructuras coloniales, sino de superar una cultura rentista instalada en las raíces de nuestra mentalidad. En el caso de la minería, el desafío es superar el reduccionismo de considerar a la minería como la mera generadora de renta, y considerarla en serio como la plataforma del desarrollo basada en la innovación.