Sería difícil encontrar mejores semanas para la candidatura de la oposición. Un fiscal anuncia que no perseverará en la investigación judicial contra Piñera por el caso Exalmar; el empresario ha disciplinado a sus huestes, incorporando a Evópoli de lleno en su candidatura y observando el reingreso de Manuel José Ossandón a Renovación Nacional. Además, y como si fuera poco, sus contrincantes viven momentos complejos, protagonizando un espectáculo que solo contribuye a la candidatura de la derecha. Por todo lo anterior, es bien sorprendente que Piñera siga cometiendo algunos errores básicos en sus últimas actuaciones y declaraciones.

El primero, hace un par de semanas, fue sugerir que era posible que no existiera una segunda vuelta electoral. Se trata de una afirmación torpe, en la medida que no habla muy bien de sus dotes como analista de escenarios; pero, más grave todavía, sube innecesariamente las expectativas sobre su desempeño electoral. Sus palabras, especialmente en el caso de insistir en ellas, contribuyen a incluso presentar como una derrota lo que en los hechos sería un gran resultado electoral; por ejemplo, obtener una 45% de las preferencias en la primera vuelta de la elección presidencial.

A continuación, y en la misma semana, califica como "patética" la situación por la cual atraviesa la DC. Aunque uno podría estar de acuerdo con tal afirmación -de hecho lo estoy- sus palabras alejan e irritan a un electorado que él debe contener y no espantar. Dada su propia historia política y familiar, y a la necesidad de sumar adherentes para el balotaje, sus expresiones son táctica y políticamente equívocas, ya que incluso pensando en su próximo mandato, probablemente recurrirá a la DC -o a una parte de ella- para poder viabilizar un conjunto de decisiones que ya ha adelantado.

Por último, y después de que el candidato había dicho que zanjaría las disputas por los cupos parlamentarios que se están dando al interior de su coalición, esta semana pareció retroceder en dicha decisión, temeroso por los costos que esto le podría significar con la UDI. Dicho de otro modo, en la primera prueba real del liderazgo de Piñera y su ascendiente sobre sus partidarios y colaboradores, vacila y prefiere dar un paso atrás, con todas las consecuencias que internamente eso podría traer en el futuro.

En el entorno de Piñera se repite con majadería que el candidato ha cambiado. Su último chiste sobre los desayunos del Sename es un ejemplo más que echa por tierra tal afirmación. No solo se confirma la falta de sensibilidad, tino y gracia del empresario; sino, todavía peor, reitera un rasgo de su personalidad que puede no ser un gran problema para ganar una elección, pero sí para gobernar después: confundir empatía con simpatía, espontaneidad con irreflexión, y popularidad con populismo.