La semana pasada conocimos los resultados de la Prueba PISA 2015, un estudio internacional que mide conocimientos y habilidades claves en lenguaje, matemáticas y ciencia para interactuar con las necesidades que tiene nuestra sociedad. Este estudio está dirigido por la OCDE y se ha aplicado desde el año 2000, cada 3 años, en diversos países del mundo a estudiantes de 15 años. Chile ha participado desde los inicios en este estudio, con excepción del año 2003.
Más allá del avance (o ausencia de este) que ha tenido Chile en esta prueba que le permite compararse con una serie de países, me parece necesario resaltar la evidencia que entrega este estudio acerca de la efectividad de tienen ciertas políticas públicas en educación. Esto nos da herramientas para evaluar el retorno esperable de nuestras últimas reformas y del proyecto de fortalecimiento de la educación pública, que actualmente se encuentra en el congreso.
PISA ha entregado consistentemente evidencia en torno a lo positivo que es dar más autonomía, sujeto a responsabilidad y capacidad de los equipos locales de cada colegio; directores y profesores que son capaces de ajustar y evaluar algún porcentaje de sus programas a la realidad de cada comunidad. En simple, a medida que tenemos directores y profesores con mayor capacidad y libertad para tomar decisiones del currículum de los estudiantes, evaluaciones y normas de comportamiento, los resultados de aprendizaje de los estudiantes son mayores.
Si vemos el historial de nuestras políticas públicas y la evidencia de PISA, se podría decir que los grandes olvidados (en orden decreciente) en nuestras reformas han sido los directores de colegios, las facultades de pedagogía y las condiciones de trabajo de nuestro profesorado.
Imagínense que uno quisiera mejorar el rendimiento de un equipo de fútbol, e invierte en instalaciones, nuevas canchas y camarines, además decide agrandar las oficinas del club, tener nuevos estacionamientos, pero descuida al entrenador (directores de los colegios), las canteras que forman a los jugadores (facultades de educación) y las condiciones en que juegan los jugadores (sueldos, horas lectivas, apoyo técnico pedagógico). ¿Qué logros vamos a tener?
Los logros de ese equipo de fútbol van a ser similares a la de la educación en Chile: Magros. En el presente invertimos el 5,5% de nuestro PIB, mientras que los países de la OCDE invierten 5,2%. Hemos aumentado más de 3 veces el presupuesto en educación los últimos 15 años, y sin embargo no hemos mejorado los resultados en matemáticas y en ciencias en este mismo período; y aumentamos solo 1 punto por año en lenguaje.
¿Por qué tan modestos resultados? Porque efectivamente invertimos mucho en aspectos que retornan poco. Algunos ejemplos: Infraestructura para la Jornada Escolar Completa, Gratuidad en Eduación (que en fútbol equivale a mandar al primer equipo a entrenar Europa, restando impotantísimos recursos para apoyar al 60% del club que no logra ni siquiera jugar un partido en un equipo adulto), y con una nueva educación pública que no pone el foco en fortalecer las comunidades educativas, sino que invierte en estructuras centralizadas que prestaran apoyo y servicios que al final, según PISA, generan un aporte negativo.
Lo que necesitamos es una institucionalidad que apunte a brindarnos una educación pública fuerte desde sus bases que genere capacidad en las mismas comunidades educativas y que en función de eso les vaya dando mayor autonomía. ¿Quién mejor que un director calificado, líder pedagógico de sus docentes y conocedor de la comunidad donde trabaja, para tomar decisiones en cuanto a componentes curriculares, selección, apoyo y evaluación de su equipo?
Hemos visto como nuestra selección, con los mismos jugadores y rivales, ha tenido desempeños diametralmente distintos según su entrenador. En los colegios, sucede algo similar. Me tocó presenciar un colegio público que con los mismos estudiantes y profesores, al incorporar un equipo directivo de excelencia, que conoce y tiene altas expectativas de su comunidad educativa logró cambios significativos en asistencia, aprendizaje y clima laboral. Todo en menos de tres años.
Así como planificamos para llegar a determinado mundial de fútbol, así mismo debemos trazar una ruta que nos lleve a alcanzar los más altos estándares mundiales en educación, para que nuestros niños puedan jugar en cualquier cancha del mundo. Como parte de ese plan no me cabe duda que debemos poner el foco en atraer, seleccionar, formar y acompañar a las piezas claves de todo buen equipo: El entrenador (director).
Andreas Schleicher, máxima autoridad en educación de la OCDE lo dice simple y claro "El problema para muchos países iberoamericanos no es cuánto dinero gastar en educación sino en qué se invierte". Está bien que Chile aumente su presupuesto en educación, pero no podemos olvidar al factor clave de cualquier equipo que sale campeón: Un buen entrenador.