Es una constante que cuanto más cerca está el fin de un gobierno, más complaciente es la ciudadanía con él o la presidenta. Ha pasado en los gobiernos anteriores y como se ve, pareciera que éste seguirá ese rumbo. Las encuestas de la semana pasada así lo reflejaron; por un lado está la Adimark, donde la presidenta Bachelet logra superar, después de dos años, la barrera del 30% y se ubica un punto por sobre ella. En el caso de la CEP, pese a que hay una leve baja llegando a un 18% de aprobación, también hay una baja en la desaprobación hasta el 57% lo que, aunque es mucho, es 10 puntos menos que hace casi un año atrás, pudiendo dar luces de que la percepción al menos ha mejorado.
Caso aparte es la Cadem que semana a semana nos tiene expectantes de sus resultados, lo que resulta a lo menos paradójico porque, aunque muchos le quitan valides a la misma -entre los que me incluyo- igual esperamos el domingo para saber cómo supuestamente se movió el naipe, casi en un afán que más que informativo pareciera farandulero.
Respecto a la leve mejoría de la preisdneta, se puede también asociar a otra estrategia habitual en la gobernanza chilena y es la de dejar para el final las cosas buenas y la pega dura hacerla durante los tres primeros años de mandato; así Bachelet ha hecho -para bien o para mal- el grueso de sus reformas. Ya resistió el golpe por la tributaria, laboral y educacional, y hoy espera ver los frutos de aquellos tragos amargos, con sabor a cicuta, que tuvo que digerir.
Además, dos de sus principales reformas están avanzando en el parlamento y aunque es difícil de lograr su aprobación en este gobierno, sí quedarán bastante avanzadas, como es el caso del matrimonio igualitario y la interrupción del embarazo en tres causales, temas que para el común de la ciudadanía parecieran ser importantes y además muy mediáticos.
Otro hecho que pudiese ser relevante, aunque no planificado, es que producto de la baja popularidad que ha cargado desde marzo del 2015, los partidos gobiernistas se desmarcaron tempranamente de éste y eso hoy es una oportunidad para la mandataria. La Nueva Mayoría -o lo que queda de ella- está tan dividida que el verse alejada de la coalición sólo puede traerle beneficios, hasta es posible que Bachelet ya lo esté observando y por qué no, saboreando luego de la desconocida de los partidos que el 2013 la trajeron al mejor estilo mesiánico desde las Naciones Unidas.
Bajo ese escenario no es de extrañar que logre seguir subiendo en las próximas encuestas, si a ello se le suma el eco que ha traído su última cuenta pública, sus repercusiones así lo debieran confirmar: Su exposición del 1° de junio pasado fue distinta, pudo ser el cambio de día o que ya sabiendo que está en retirada, pero logró expresarse con más libertad y con esa soltura que caracterizó su primer gobierno.
La presidenta Bachelet dedicó las más de dos horas a contar sobre lo hecho en su gobierno, mucha de las cosas que se han olvidado y otras tantas que, aunque las promesas eran más auguriosas, sólo lograron avanzar en parte, es el caso del número de hospitales. Se hicieron además anuncios que toda la ciudadanía esperaba con ansias, como la línea 7 del Metro, o sea elogios más, elogios menos. La Cuenta Pública logró publicitar bien lo hecho.
Como es evidente y ya histórico, ChileVamos criticó todo lo expuesto y la Nueva Mayoría elogió completamente lo planteado. La salvedad en este caso la dieron aquellos partidos que no pertenecen a este duopolio. Mientras el Frente Amplio reclamaba por ser un mensaje auto complaciente y exigían más poder para el Estado, la eliminación de las AFP y hasta uno que otro mar para Bolivia; Ciudadanos y Amplitud, reclamaron por la mala implementación de varias de las reformas, del lento estado de avance de algunas promesas y del débil manejo de determinados temas, pero al menos reconocieron que se han hecho cosas. No todo es blanco o negro, los matices del gris son amplios, al igual que el universo de colores existentes como para no considerarlos o simplemente restringirnos a solamente dos.
Este es el Siglo XXI: el modelo de guerra fría, de buenos o malos, de derecha o izquierda como lo veíamos décadas atrás murió y aunque a varios les duela porque se les acaba la posibilidad de pregonar sobre "yo o el caos", aquella época no va a volver. Una lástima para muchos politicos chilenos que se han alimentado desde 1970 de este discurso bipolar y retrógrado. Pueden que no lo logren ver o lo más probable que no les convenga ver, pero es así.







