Suena descabellado, curioso, hasta inapropiado esto de confirmar un show con 364 días de anticipación. Pero lo que acaba de hacer Depeche Mode (1980), grupo que esta semana oficializó su retorno al país para el miércoles 21 de marzo de 2018, es lo que empezaremos a ver de aquí en más y lo que comúnmente sucede en destinos con alta demanda de conciertos como Santiago.

Ante los rumores de posibles visitas de U2 y Radiohead para las mismas fechas y considerando además que Lollapalooza también se realiza por esos días, los británicos se aseguraron temprano y dieron el primer golpe al confirmar el tramo sudamericano de su Global Spirit Tour, ese que parte a comienzos de mayo en Suecia y con el que están promocionando las canciones de su estupendo último disco de estudio llamado Spirit y lanzado hace apenas una semana.

No hay dudas. Es claramente una estrategia para mercados saturados como el sudamericano y una muestra de lo competitiva que se ha vuelto la industria para los productores con representación local e incluso para un conjunto como Depeche Mode que por muy adelantados que estén para su tercer show en el país (debutaron en 1994 en el Velódromo y regresaron en 2009 con un recital en el Club Hípico) igual tienen que saber llenar un Estadio Nacional con un disco nuevo y no con una gira de grandes éxitos o de un álbum exitoso que facilitaría la tarea.

Por eso es que el real mérito de esta aventura de anticipación tiene que ver con que lo hace una banda que planifica con tiempo, que piensa en grande y que no ha renunciado a sus convicciones. Spirit lo confirma. El trío de Dave Gahan, Martin Gore y Andy Fletcher sigue haciendo lo que se le viene en gana y resistiendo la tentación de sumarse a una tendencia de moda o, ya está dicho, recurrir a la efeméride para mantener vivo el negocio.

Aunque odioso como ejemplo, imposible no pensar en U2, grupo tan referencial como ellos del mejor pop de los 80, pero que ha decidido hacer un tour mundial para "celebrar" los 30 años de un disco tremendo como fue The Joshua Tree (1987). Depeche Mode, en cambio, ha dejado pasar fechas de sus propios clásicos -como los 25 de Violator, que se cumplieron en 2015- para seguir ejercitando el músculo de la creación A veces de manera fallida como en Delta Machine, de hace cuatro años, otras con plena lucidez como pasa hoy con Spirit, la recompensa artística de un grupo que hasta con su calendario confirma que siempre fue adelantado a su tiempo.