En días recientes diversos medios han destacado el hecho que los fondos "espejo" del Transantiago son poco utilizados y que hay US$ 935 millones retenidos en la Subsecretaría de Desarrollo Regional (Subdere), en un Fondo de Apoyo a las Regiones. Según informan los medios, la falta de uso de estos recursos se debería a que no hay proyectos de transporte en las regiones y que los que hay no cumplen con las normas relevantes. Al mismo tiempo, el consenso entre expertos en transporte y urbanistas es que hay grandes necesidades insatisfechas en materia de transporte público en las regiones.

Extraña situación. Hay recursos pero no se hacen llegar donde se necesitan. Generalmente el argumento es al revés, esto es, que no hay recursos disponibles y que las necesidades, muchas veces evidente y urgentes, no se pueden satisfacer.

La falta de utilización de los fondos espejo disponibles devela uno de  los dramas de nuestro sector público. Hemos perdido la capacidad de llevar adelante proyectos que son necesarios a pesar de disponer de los recursos, públicos y privados, necesarios para realizarlos. Esta situación afecta hospitales, aeropuertos, autopistas urbanas, cárceles, disposición de basuras, y algunas iniciativas privadas como la aún pendiente autopista a Farellones y los teleféricos Providencia-Huechuraba e Iquique- Alto Hospicio, entre otras.

Si están los recursos y están las necesidades, ¿cómo es posible que los primeros no se usen para resolver lo segundo? ¿Es pura incompetencia? ¿Es falta de gerentes? ¿O es que los responsables de hacer políticas públicas y los gerentes públicos están paralizados por las regulaciones, los sistemas de gestión obsoletos, los temores a eventuales medidas punitivas de la Contraloría que, dicho sea de paso, persigue a funcionarios de bajo nivel pero no se hace cargo de los grandes desfalcos?  Tampoco podemos desconocer que frente a grandes iniciativas en obras públicas en demasiadas ocasiones parlamentarios de todo el espectro político han presentado querellas criminales "en contra de quienes resulten responsables", o sea sin evidencia alguna, contra los ejecutivos de empresas públicas y funcionarios del Estado.

Como se sabe, en el sector público sólo se puede hacer lo que está permitido por ley. Y las leyes son cada día más específicas dejando menos espacio para flexibilizar y modernizar la gestión pública. Uno de los ámbitos en que esto es evidente es en los temas relacionados con la descentralización. Según reporta un periódico, en la Subdere informan que "los traspasos no han ocurrido porque pues las regiones carecen de equipos técnicos capaces de formular proyectos de envergadura". Las regiones no tienen los equipos técnicos y no los pueden contratar con los fondos espejo. ¿Resultado? No hay nuevos proyectos de transporte público en regiones, sólo ideas que no se llegan a concretar.

Hay regiones que han logrado gastar los recursos espejo. Pero se gastan los recursos en gastos de mantención como proyectos de "conservación de vías", como en la Región de Arica Parinacota, no en inversión. Es decir, el Serviu y el MOP dejan de hacer algo que tendrían que hacer de todas maneras y la región cree que está haciendo un buen uso de los fondos espejo. No se dan cuenta que les acaban de meter un tremendo gol desde la media cancha: lo que el gobierno central le otorga con una mano lo deja de gastar por otro lado. Es decir, no hay un aporte neto de recursos para mejorar el transporte en las regiones.

En la última década no se ha creado ningún proyecto que cambie las características del transporte público en ciudades de regiones. Los últimos proyectos importantes fueron Merval y Biovías, ambos de antes del 2006. Estos proyectos fueron generados, gestionados y financiados por la Empresa de los Ferrocarriles del Estado (EFE), no por los aparatos del gobierno central. La razón de hacerlo así fue precisamente porque los aparatos del gobierno no tenían la capacidad de gestión de una empresa. Lamentablemente, esas capacidades que tuvo EFE parecen haberse perdido en el caso del tren Rancagua Express que ha quedado trunco.

No es que a los gobiernos regionales no se les ocurra qué proyectos hacer. Ahí están las propuestas del tranvía Coquimbo-Serena, el tren suburbano Temuco-Padre las Casas, el hundimiento de BioVias, un sistema de transporte público moderno (¿tranvía?) para Antofagasta, funiculares en Puerto Montt, modernizar la conexión vial Valparaíso-Viña-Reñaca e innumerables otros. Entre ellos hay una miríada de proyectos pequeños que cambian la calidad de vida de la gente como, por ejemplo, puentes para cruzar rìos y quebradas, ferrys para cruzar lagos y canales, etc. 

La descentralización es importante para permitirle a las regiones realizar proyectos que mejoren la calidad de vida de su gente. Para que la descentralización sea efectiva hay que permitir que los recursos se puedan usar para convertir las ideas en proyectos y, si es necesario, para contratar los consultores que preparen proyectos idóneos. Esos proyectos luego pueden pasar por una entidad revisora central, de carácter técnico, como la SECTRA tal como ocurre hoy con los demás proyectos de transporte. Si un proyecto pasa los filtros técnicos, y los recursos están disponibles, debiera ejecutarse.

Desde luego, las soluciones a los problemas de transporte en las regiones serán distintas según las condiciones locales. En algunos casos se pueden requerir autopistas urbanas, en otros tranvías o trenes de cercanía y en otros una buena red vial para buses.  La variedad de proyectos tendría la ventaja adicional de permitir que se prueben soluciones diversas de las cuales otras regiones podrán aprender.

Decir que las regiones tienen los recursos espejo de Transantiago y, en la práctica, impedir que se puedan usar parece un despropósito, sino una burla de mal gusto. A estas alturas parece conveniente revisar los mecanismos presupuestarios y administrativos y traspasar las responsabilidades a los niveles adecuados. Sólo así se podrán asignar responsabilidades y exigir rendición de cuentas. La gente de cada región podrá evaluar a sus autoridades políticas en función de su capacidad de solucionar los problemas que enfrentan. Hoy nadie es responsable de que haya plata y no haya proyectos. Finalmente sabremos si lo que falta son gerentes o si, en cambio, los hemos paralizado con una madeja de normas que impiden el progreso.