En una reciente columna de opinión, el ministro de Hacienda, recalcó la importancia de diversificar nuestras exportaciones para dejar de lado las anémicas tasa de crecimiento de los últimos años. Para diversificarse, los países recurren - entre otras cosas- a políticas migratorias modernas que atraen a trabajadores extranjeros capaces agregar nuevas capacidades productivas al país. Es de esperar, que el actual gobierno incorpore en el proyecto de ley que reforma el sistema migratorio incentivos para atraer extranjeros que ayuden a este propósito.

El valle de Franschhoek (pequeño pueblo ubicado en la costa sur-occidental de Sudáfrica), sirve como punto de partida para ilustrar la importancia de los inmigrantes en la creación de nuevas industrias. Franschhoek fue fundado a finales del 1600 por 176 refugiados protestantes franceses (hugonotes) expulsados de Francia por Luis XIV y hoy la zona es uno de los principales productores de vinos sudafricanos de exportación. La propia historia de Chile nos señala que los inmigrantes han jugado un rol clave en el desarrollo productivo del país. Primero, la contribución de alemanes y croatas a la modernización del sector agrícola y ganadero en la zona sur es innegable. Segundo, según el ranking Forbes, 6 de los 10 grupos económicos más importantes del país, corresponden a familias provenientes de Croacia, Alemania, Italia y Palestina. Tercero, según datos CASEN 2015, los inmigrantes son, en promedio, 63% más emprendedores que los chilenos (controlando por nivel de educación y experiencia laboral). En otras palabras, los inmigrantes en la actualidad no solamente vienen a emplearse a Chile, sino que son generadores de empleo.

Por otro lado, a la fecha no existe ningún estudio que señale que los inmigrantes deprimen los salarios de los trabajadores chilenos. Más aún, un estudio del economista Giovanni Peri de la Universidad UC Davis, en donde analiza 30 años de investigación sobre inmigración en países industrializados, concluye que los inmigrantes no afectan negativamente los salarios de los trabajadores locales, sino que, por el contrario, ayudan a mejorar la productividad de los países en el largo plazo.

¿Qué ha hecho Chile en materias de políticas públicas para promover una inmigración que fomente la diversificación productiva? Poco y nada. A la fecha, contamos con una ley de inmigraciones que data del año 1975 y un Código del Trabajo que establece un (arbitrario) máximo de 15% de trabajadores extranjeros por empresa. Esto, junto con la mirada escéptica y desconfiada de nuestros compatriotas hacia los inmigrantes, contribuyen a que el stock actual de inmigrantes en Chile no supere el 2% de la población, muy por debajo del 10% promedio de las economías avanzadas (OECD) y de países que nos gusta compararnos como Nueva Zelandia (23%), Canadá (22%) o Australia (28%).

¿Qué puede hacer Chile para atraer inmigrantes que -tal como lo hicieron los hugonotes en Sudáfrica- puedan ayudar al desarrollo de nuevos sectores?

Primero, la clase política tiene la gran responsabilidad de no utilizar el discurso anti-migración como botín de campaña, tal como lo hemos visto en algunas declaraciones de políticos de derecha en los últimos meses. Los chilenos no nos debemos sentir amenazados por la llegada de inmigrantes, sino que por el contrario debemos valorar su aporte a nuestra sociedad desde un punto de vista social, cultural y económico.

Segundo, la nueva ley de inmigración que está tramitando el actual gobierno debería incluir un sistema de atracción de trabajadores extranjeros calificados. Un sistema de puntos (como el implementado en Australia y Canadá), con una fuerte coordinación público-privada, apuntaría en la dirección correcta. Por ejemplo, el Estado podría habilitar un portal en donde potenciales interesados en venir a Chile puedan inscribirse, y donde un comité público-privado asigne un mayor puntaje a aquellos trabajadores con experiencia en actividades de alto valor agregado en que el país hoy no es competitivo, pero que comparten capacidades con industrias que si lo son. Luego, empresas de estos sectores podrían buscar candidatos prometedores dentro de este pool y ofrecer las correspondientes visas de trabajo.

La inmigración es un proceso natural de un mundo cada vez más globalizado. Es tiempo de que en Chile nos adaptemos a este fenómeno, poniendo al servicio del país todo el conocimiento productivo que traen consigo los trabajadores extranjeros.