El atentado terrorista en Manchester, Reino Unido, del lunes, que dejaba un resultado de 22 víctimas fatales y más de 80 heridos, ocurre casi en simultáneo cuando Donald Trump, de visita en Israel, apuntaba a Irán como la fuente principal del terrorismo.

Mientras hacía esa declaración en su encuentro con Benjamín Netanyahu y el primer ministro israelí se regocijaba, luego, desde las fauces mismas del terrorismo financiado por los países del golfo pérsico, particularmente Arabia Saudita, en Manchester, el ISIS y no Irán, dejaba caer la realidad más brutal.

Donald Trump en sus recientes visitas a Arabia Saudita e Israel, dos socios cercanos en el plan para derrocar al presidente Sirio Bashar al Assad, hizo ver que las causas de la desestabilización en la región provenían de Irán, al que se agregaba el problema de su desarrollo nuclear. Lo que correspondía cuando se reunió con el rey saudí, era comunicarle el acuerdo con Rusia que el pie principal para detener el terrorismo consistía en que reino saudí detuviera ipso facto ese financiamiento al terrorismo, como alguna vez lo afirmaron Hillary Clinton y Joe Biden en la campaña presidencial de 2016. Tal vez lo hizo en forma confidencial, sin embargo lo que se instaló como noticia fue el respaldo de Estados Unidos a Arabia Saudita en su posicionamiento como potencia regional a través de una venta en varios miles de millones de dólares para armamento y condenar a Irán como una fuerza desestabilizadora y propulsora del terrorismo que afecta a la región.

El atentado sucede en medio de una gira del presidente de Estados Unidos por Arabia e Israel y cuando la guerra en Siria pareciera llegar a una etapa de máxima urgencia. Como consecuencia, se le pondría fin también al financiamiento de la actividad terrorista que se fue montando como una industria rentable que se protege detrás de la fachada de un futuro estado islámico. Este terrorismo tiene un rasgo esencial y que consiste en un denso mundo corporativo de las empresas de contratistas que aprovisionan los esfuerzos bélicos destinados a desestabilizar estados, con terroristas, mercenarios, armamento y equipamiento. Se usa el modelo de contratación en el sector privado de los organismos de seguridad de Estados Unidos que comienza a crecer en 2001. (Voelz, G.J.2006). La idea es romper el centralismo en base a competitividad. Medha Chaturvedi,  especialista en el tema, señala que "la subcontratación en la actividad terrorista no exhibe una línea de comando definida debido a que la operación no tiene afiliación a ningún grupo específico o alguna ideología y esta condición perturba la labor de detectar y prevenir". (IPCS. Septiembre 2011).

Con el incremento de la comercialización, el dinero se sobrepone a la ideología y de allí que Arabia Saudita y Qatar que disponen de mayores recursos, hayan podido inyectar capital en la actividad terrorista en Siria e Irak sin fiscalización internacional. Indagar en el financiamiento de la subcontratación en el terrorismo es entrar en un laberinto político donde cada país involucrado en el plan de derrocar al gobierno en Siria tiene su cuota  de responsabilidad. ¿Dónde están los cuarteles generales de pequeñas y medianas empresas del terrorismo? "La guía para conducir la investigación se desvanece por brechas en la información". (Josy, Joseph. TNN, 17 de julio, 2011).

La subcontratación de la actividad terrorista está fuera de la regulación y en la apariencia no hay estados ni corporaciones globales en el tutelaje. La actividad terrorista como negocio es lo que tiene a naciones como Estados Unidos, Francia, Reino Unido, Turquía, Arabia Saudí e Israel en la cuerda floja. Empecinadas en derrocar al gobierno en Siria, el plan de acción ha formado una compleja zona gris de terrorismo y anti-terrorismo difícil de  identificar sus contornos.

Las contradicciones del gobierno de Trump en política internacional y particularmente respecto a la guerra en Siria,  y la postura con Irán, no responden ni a su personalidad, ni a contradicciones dentro de su equipo clave. Responden a la inestabilidad interna de Estados Unidos en su estructura de poder mayor y esta inestabilidad es el resultado de una lucha descarnada entre dos facciones de poder que ha impedido consolidar una política exterior que solucione problemas y no los agrave. Se hace cada vez más evidente, que Donald Trump representa un bloque del poder que le disputa un espacio a la elite política, económica y militar que ha gobernado en los últimos 50 años. Está enfrentando rivales políticos de una poderosa oligarquía representada por los Bush, los Clinton, el grupo de poder que llevó a Obama a la presidencia dentro del partido demócrata, vinculado a la social democracia internacional. También a los organismos de seguridad y consorcios de armamentos que se han posicionado y generado un nuevo espacio de recursos en torno a los conflictos armados post guerra fría (Balcanes, Somalia, Sudán, Afganistán, Irak, Siria). Particularmente a la CIA con sus ramificaciones en el sistema privatizado de los servicios de inteligencia, en la academia, los partidos políticos, en los consorcios de multimedia como CNN, y en los grupos empresariales que se reúnen en Davos.

En la política estadounidense, el factor de la seguridad de Israel es quizás lo único que más une a demócratas y republicanos a la hora de enfrentar problemas críticos. Y, en gran medida, determina la política exterior. Estados Unidos es la típica expresión del "estado de doble cuerpo", un estado (Israel) incorporado en el aparato pensante del otro estado, en este caso Estados Unidos.

Era obvio que todo el episodio de que Trump no debía compartir información de inteligencia con Rusia, consistía en continuar incitando el antagonismo contra Rusia para perpetuar la idea de que el principal problema de Trump es su cercanía con Rusia. Como estrategia ha sido útil  para desviar la atención de los problemas más profundos y medulares que aquejan a Estados Unidos en la división interna de la estructura de poder mayor.

Bajo este clima de unilateralismo, en donde el centro de todo es la seguridad de Israel y no una multiplicidad de otros problemas, principalmente la creación del estado palestino, la política exterior de Estados Unidos bajo Donald Trump, en lo  que más incide en lo  inmediato es en la continuidad del terrorismo internacional. Es difícil desentrañar en este inmediatismo lo que forma parte de una estrategia de alcance mayor para recobrar la estabilidad en el medio oriente y el golfo pérsico al menos, antes de la invasión a Irak en 2003.