Quizás anuncio que no ha sido lo suficientemente dimensionado fue el que realizó el Ministerio de Educación la semana pasada. En efecto, a partir del 2015 se llevará a cabo una completa modernización de las especialidades que imparten los liceos técnico-profesionales (TP). Después de diversos análisis y consultas se decidió actualizar de manera integral esta modalidad educacional que ha sido muy valorada no sólo por jóvenes más vulnerables, sino también por el sector empresarial.
Este último enfrenta el desafío de mejorar la capacidad de innovación y la productividad y, por esa vía, lograr un crecimiento económico que garantice un mayor bienestar social. Para lograr este fin se requiere avanzar en múltiples áreas; sin embargo, una de las más importantes implica disponer de un capital humano en la cantidad y calidad apropiados.
En este contexto, las políticas orientadas a mejorar la calidad de los aprendizajes logrados a nivel de la educación secundaria no sólo deben facilitar transiciones exitosas de los jóvenes hacia los estudios de nivel terciario, sino también al mundo del trabajo. Asimismo, es interesante constatar que la participación promedio de la educación TP en la Ocde alcanza el 44% de la matrícula de educación secundaria, mientras que en Chile este guarismo representa un 33%. Si bien es difícil poder concluir que nuestro país sufre un déficit en el número de estudiantes matriculados en este nivel, es importante relevar la importancia que recibe la educación técnico-profesional en los países desarrollados. Además, es posible anticipar que el interés por este nivel educacional aumentará en el tiempo debido a la necesidad de disponer de una fuerza laboral más orientada a ocupaciones técnicas.
Ahora bien, aunque todo parece indicar que la decisión del Ministerio está bien encaminada, el Colegio de Profesores no lo evaluó positivamente, asegurando que esta modalidad será eliminada y reemplazada en un afán privatizador por los CFT e IP. La visión de este grupo de interés está absolutamente alejada de la realidad. Sin ir más lejos, el actual gobierno ha realizado esfuerzos significativos con el fin de fortalecer la educación TP, aumentando los recursos destinados a equipamiento y al fortalecimiento y articulación de este tipo de educación.
Con todo, la evidencia reciente (Bucarey y Urzúa, 2013) plantea un escenario optimista sobre el desarrollo de esta modalidad de educación en nuestro país. Los jóvenes que han cursado este tipo de educación parecen tener mejores herramientas para enfrentar el mundo laboral en comparación con sus pares egresados de educación científico-humanista. No obstante lo anterior, se aprecian diferencias significativas en el impacto que generan sobre el empleo y salarios cada categoría de educación TP (industrial, técnica, comercial, agrícola, etc.).
Por último, los principales desafíos de política pública serán mantener actualizada la oferta curricular de esta modalidad junto a las necesidades del mercado laboral, asegurar un sistema de información adecuado para la toma de decisiones de los jóvenes y sus familias y un sistema de formación de profesores alineados con las nuevas tendencias mundiales.