Tuve la oportunidad de conocer al ex Presidente Patricio Aylwin hace ya 28 años, era un joven idealista que ve entrar a su casa al entonces futuro presidente de Chile. Para quienes somos hijos de la dictadura la oportunidad de ver, saludar y conversar con Aylwin era como estar al borde de la legalidad. Nos habían acuñado con sangre que todo el que no era pinochetista era malo, que el hecho de estar con él generaba un temor ilógico pero quizá normal para la época.
Años después ya siendo presidente, me volví a encontrar con él y nuevamente me volvió a sorprender, era un sábado en la tarde en misa en el Colegio San Ignacio del Bosque, y de la nada aparece manejando un Peugeot 505, don Patricio y doña Leonor. Se sientan en una esquina de la iglesia, como cualquier feligrés y al terminar, se paran en silencio y salen; la gente como era de esperar, se agolpó en la salida a saludarlo, no necesariamente por ser afín a sus pensamientos, sino principalmente por lo que él representaba: democracia. Como era de esperar, don Pato con mucho respeto y en silencio saludó a todos, se subió al volante de su auto y se fue.
El ´97 nuevamente nos encontramos en el funeral de mi abuelo Luis Maldonado, quien por historia tenían una trayectoria en común. Ambos fueron presidentes en períodos comunes, uno de la Corte Suprema y otro del Gobierno, pero además el padre de Patricio Aylwin fue ministro y presidente del máximo tribunal.
Es parte del anecdotario que como un ciudadano cualquiera tuve la oportunidad de estar con el primer presidente democráticamente elegido después de la dictadura miliar.
Pero Patricio Aylwin es, para muchos de nuestra generación, el principal reflejo del retorno a la democracia, del hombre que pide perdón por otros, del que sabe negociar ante las amenazas militares de la "Operación Enlace" y el "Boinazo". De que no se enriqueció de la política, sino que fue un empleado público respetado, honesto y conciliador.
Aylwin fue el presidente del informe Rettig, el primero dispuesto a investigar de manera oficial las atrocidades de la dictadura, y con un agravante no menor, el dictador seguía vivo y se mantenía además como comandante en jefe del Ejército. No es fácil investigar militares cuando su máximo líder sigue a cargo de las armas. Pero Aylwin lo hizo y será recordado por aquel discurso en que con los ojos llenos de lágrimas se dirige a los chilenos y pide perdón: "por eso es que yo me atrevo, en mi calidad de Presidente de la República a asumir la representación de la Nación entera para en su nombre pedir perdón a los familiares de las víctimas" (https://youtu.be/V6cRI75IBBI).
Su gobierno no será recordado como uno de los mejores, crisis internas y externas evidentemente aminoraron cualquier éxito, además leyes impuestas en dictadura dejaron un campo de acción bastante reducido, particularmente en un congreso, que producto del binominal y de los quórums que hoy se pretenden cambiar, poco pudo reformar. Pese a ello, será un gobierno histórico a nivel mundial, el dictador que después de 17 años le entrega la piocha de O'Higgins a la democracia, representada por Patricio Aylwin.
Su eslogan de campaña adquiere con el tiempo más relevancia: "Gana la gente, Aylwin Presidente". Hoy con retrospectiva Chile y su gente realmente ganaron con Aylwin, pero en intangibles, en paz, en reconciliación y en respeto; que para el año '90 era francamente difícil de imaginar, sólo como corolario, aquel 12 de marzo de 1990 en el discurso en el Estadio Nacional dejó zanjadas las bases de esta reconciliación: "Es hermosa y múltiple la tarea que tenemos por delante, restablecer un clima de respeto y de confianza en la convivencia de los chilenos, cualquier quiera que sean sus creencias, ideas, actividades o condición social. Sean civiles o militares… Sí señores, sí compatriotas: Civiles o militares, Chile es uno solo" (https://youtu.be/gLpo6LpM-yM).