Durante la última semana, el agente chileno ante La Corte Internacional de Justicia, José Miguel Insulza, ha dado a conocer formalmente sus aspiraciones presidenciales, renunciando a su cargo para competir como uno más. Al final, aunque al gobierno le quede más de un cuarto de su mandato, no se veían razones para seguir retrasando su salida, cuando en su sector la campaña está desatada hace un par de meses.
Insulza, por todo su peso y participación política durante la transición, representa lo que se conoce como un "hombre de Estado". Algunos, de hecho, lo han comparado con el histórico Antonio Varas, ministro de Manuel Montt, por su altura política y también por el prolongado tiempo que se mantuvo como ministro. Nadie, hasta ahora, dudaría de sus credenciales políticas.
Por ello, la incertidumbre que ha generado su renuncia, no está tanto en su pasado como en lo que proyecta para el futuro. ¿Cuál será el proyecto de Insulza?, ¿Cuál será su tono y énfasis políticos?, ¿Cómo juzgará el rol de la Concertación y el de la Nueva Mayoría? ¿Será capaz de diferenciarse de Ricardo Lagos?
Es verdad que Insulza parece estar mejor posicionado que Lagos en cuanto a que el expresidente deberá asumir, en mayor medida, los costos políticos que tiene, en la nueva izquierda criolla, defender la política basada en la lógica de los consensos de la transición. Pero Insulza también fue una pieza clave de este proceso. Su postura sobre la Nueva Mayoría, de la cual propuso cambiar su nombre por estar "un poco desprestigiado" dada "la desunión y discrepancia que ha presidido la mayor parte de sus acciones", parece más una postura pragmática, que de fondo.
¿Significará esto que impulsará las mismas reformas? En suma, su gran desafío está en poder distinguirse de sus adversarios, pero la verdad es que la etiqueta de la renovación política no le queda muy bien, sobre todo porque ésta ya fue capturada por Guillier, quien seguirá alardeando contra el mote de la "vieja política" que tanto Insulza y Lagos representan.
En suma, todo parece indicar que ambos compiten por la misma porción del electorado, encarnando el mismo espíritu. Así, sus electores se inclinarán según quien dé más posibilidades de enfrentar a la derecha, aunque esta perspectiva es la que menos les conviene pues es Guillier quien tiene en dicho plano las de ganar. El desafío, en consecuencia, será doble: distinguirse, pero en base a propuestas que convoquen. Lo segundo es quizás lo más difícil, pues Insulza tiene razón al señalar que en la Nueva Mayoría no existe ni hay un ánimo común en sentido categórico, cuestión mínima para emprender cualquier proyecto político.
Quien pretenda imponerse en la primaria de la izquierda deberá iniciar el proceso de refundación de dicho conglomerado y, aunque Insulza ha dado señales en tal sentido, las razones pragmáticas no son suficientes (es cosa de preguntar a la Presidenta Bachelet por el espíritu fundacional que imperó en la Nueva Mayoría y si fue suficiente para mantenerla unida). Por eso, Insulza deberá probar si es realmente un hombre de Estado según cómo acometa la labor fundadora, cosa que se torna en nuestros días cada vez más difícil.