Es una vida curiosa la que ha tenido en Chile esta serie española, hiper éxito y obsesión de audiencias en su país natal. Basada en una novela del mismo nombre de la escritora María Dueñas, ha ido llegando de a poco, infiltrada, en un traspaso ilegal de mano en mano y boca a boca de los dvds que contienen toda la temporada. Ahora está en Netflix latino, por fin, y el próximo año debería llegar a TVN, que compró los derechos de transmisión.
¿Por qué tanto interés? Porque El tiempo entre costuras es una serie grandiosa, en tamaño y ambiciones. Tiene esa cosa retro, no sólo en su trama y contexto, de narrar una gran historia, con una gran heroina, con gran romance, con gran peligro y con grandes paisajes exóticos. El tiempo entre costuras de teletransporta a otra era de la gran pantalla convertida en pantalla chica; la adapta a capítulos de una hora de buen ritmo televisivo.
Esta es la historia de Sira (Adriana Ugarte), una costurera madrileña: la mitad del tiempo se le quiere abofetear para que se despercuda, pero no hay caso, igual conquista y se termina siendo su barra brava ante los imprevistos del destino. La cosa parte justo antes de la guerra civil española, con Sira dejando al perno-pero-buen-hombre de su prometido, por el galán y apuesto Ramiro; quien haya visto cualquier película o haya leído cualquier libro, sabe que eso nunca sale bien. Sira hereda un buen dinero y con su nuevo amor parten a Marruecos con planes de negocios, dejando a su madre atrás. En África le pasarán un montón de cosas muy terribles, hasta que llega a Tetuán, donde con la ayuda de nuevos amigos montará una elegante casa de costura. Ahí comienzan a aparecer los personajes que se rozan con la historia real, que incluyen militares franquistas, espías y un par de nazis para amenizar.
Con cinco millones de espectadores a la semana -y una alza de más del doble en la venta de máquinas de coser- en España, El tiempo entre costuras tiene una raíz común de éxito con producciones como Downton Abbey: mirar al pasado con un ánimo de suspiros románticos, pero también con la certeza de que no todo tiempo pasado fue mejor (aunque se vea precioso). Un mundo donde la cuna donde se nacía determinaba todo el resto de la existencia, aunque en la producción española el factor azar es otra fuerza que mueve el relato.
Más que nada, es la vida de una mujer común, rodeada de personajes, parajes y circunstancias a veces extraordinarias. Un placer.