Jake Bugg nació un día después que Justin Bieber, pero no es sólo musical el mundo que separa a estos dos cantantes de 20 años de edad. El británico que se presentó a las 17 horas de ayer en el Playstation Stage, y la madrugada del sábado en el Club Subterráneo, de Providencia, encarna a otra raza de estrella adolescente. Una que piensa más en el fondo que en la forma y a la que le importa más la canción que la tapa de revista.
Otra forma de cuantificar la diferencia es ver lo que ambos necesitan arriba del escenario para mostrar lo suyo. A diferencia de la enorme parafernalia que acompaña al canadiense de Baby, a Jake Bugg le basta con un baterista, un bajista y una guitarra -acústica primero, eléctrica después- colgando de su cuello. Es decir, este chico se la puede prácticamente solo, para montar un espectáculo tan austero como esencial y que califica como uno de los grandes estrenos vistos gracias a la franquicia de Lollapalooza en Chile (a la altura de TV on the Radio, en 2012, o de Alabama Shakes y Gary Clark Jr., en 2013).
Jake Bugg es un tipo de buenas canciones y pocas palabras y si algo le falta a su espectáculo, y seguro que lo irá ganando con los años, es algo más de comunicación con un público, su público, que tiene asegurado incluso antes de abrir la boca. Pasó en el Subterráneo y también en el Playstation Stage. Que por momentos se ve como un niño rindiendo un examen, en extremo concentrado y algo tieso de postura. Pero su repertorio es tan sólido y su talento tan evidente, que cuando cierra su espectáculo de una hora con Broken, quizás la mayor joya de su catálogo de dos títulos publicados a la fecha, la única sensación que queda es la de estar viendo a un músico con un futuro esplendor.
Bugg lleva adelante un show contundente que parte acústico (con cumbres en Seen it all y Me and you) y termina eléctrico y rockero (segmento simbolizado en la estupenda What doesn't kill you). Su banda, silenciosa y aplicada como él, despeja el camino para que Bugg hable con sus canciones. Con lo que importa, con ese estilo propio que tiene de ser una estrella adolescente.