Es cierto, vivimos en un país con una especie de neblina constante, todo parece brumoso y cada vez que miramos al cielo el panorama se ve más gris. Desde el 2006 con la revolución pingüina algo despertó, luego las movilizaciones del 2011 y la irrupción de las redes sociales confirmaron lo venidero, se terminó el crédito y la ciudadanía reaccionó luego de su aletargado sueño post retorno de la democracia. Hoy cada episodio con olor a corrupción o hecho dudoso es enviado a la hoguera, bien lo sabe nuestro sector dirigente.

La confianza es, hoy por hoy, nuestra pequeña cuestión social. La encuesta Mundial de Valores (2010-2014) señala que solo un 12% de chilenos dice creer en la mayoría de los individuos –confianza social-; el ser precavido y cauteloso es para cerca de un 70% la forma de relacionarse con los demás. Por otro lado, la encuesta Bicentenario Adimark/UC 2015 muestra que un 65% de los chilenos piensa que en el país existe mucha corrupción y un 80% responde SI a la pregunta ¿diría Ud. que Chile es un país corrupto?

Estos impulsos colectivos contra una élite en crisis, tan solo ejemplifican el descrédito transversal del sector gobernante, trastocando incluso a las instituciones: los ciudadanos versus élite-instituciones cada día pareciesen distanciarse más. Surge una desmoralización cuando juzgamos a nuestro país en su totalidad, pero esto se disuelve cuando el análisis es uno a uno, cuando llegamos al hogar propio. ¿Es tan así? ¿Somos ciudadanos honrados?

No hay duda: subimos los estándares y nos hemos vuelto más exigentes con nuestras autoridades –y a buena hora-, pero, ¿es solo la élite político o empresarial la que ha fallado? ERROR, el problema alcanza ribetes culturales y afecta a todos los sectores de la sociedad, donde la "viveza del chileno", "la trampa" y "la pillería" traspasa condiciones. ¿Ejemplos?, muchos: uno de cada cuatro chilenos no paga su pasaje en el Transantiago; cuando no pedimos boleta para evitar el impuesto y pagar menos; cuando no somos capaces de avisar que no asistiremos a una hora de atención médica o viceversa, cuando esperamos más de una hora por una atención. Además están los que abusan de licencias médicas falsas; la existencia de siete mil familias formalizadas por falsear información en la Ficha de Protección Social, el millón de falsos indigentes atendidos gratis en hospitales públicos. Todos hechos que también merecen reprobación.

En síntesis, la prepotencia, la desconfianza y la falta de respeto por el prójimo son como el cáncer que aqueja a nuestra sociedad. El panorama político-social actual no es más que una muestra del todo, del olvido de las ideas del bien común y la falta de valores del Chile de hoy, ¿Chile cambió? Si, Chile cambió y se ha extendido el reinado de la viveza.

Ninguno de nosotros puede lanzar la primera piedra, pero sí debemos contribuir para hacer un cambio. En definitiva, no existirá una salida para este círculo vicioso mientras siga perdurando esta especie de espiral del silencio, donde nadie se hace cargo. Lo anterior afecta a la política, al mundo social y socava las bases de nuestra sociedad.

El desafío es mayor y no debemos esperar el ejemplo, al contrario, lo debemos dar, tanto el candidato como el ciudadano que debe votar, tanto el parlamentario como el presidente de un centro de alumnos, tanto el alcalde como el vecino. Si todos construimos una nación, nos comprometemos más con nuestra sociedad y aportamos a un Chile mejor, obtendremos victorias de largo plazo, que a veces para avanzar, primero debemos volver a nuestros cimientos, personas que quieran dejar huella, generosas y que visualicen a este país con madurez.

Aún estamos a tiempo de asumir metas con pasión y ética. Cabe preguntarnos ¿qué podemos hacer mejor? El presente nos invita a rememorar las palabras expuestas hace más de medio siglo por John F. Kennedy: "No preguntes lo que tu país puede hacer por ti; pregunta qué puedes hacer tú por tu país".