Si en algo coinciden las tres encuestas de mayor figuración pública: CEP, Cadem y Adimark, es en el bajo apoyo que tiene la senadora Carolina Goic en su contienda presidencial, pese al entusiasmo de su entorno y su partido. Más aún, pese al apoyo que le han dado lo que la opinión pública ha llamado las "viudas de Lagos", tampoco tiene mayor repunte. Los errores no forzados de la candidatura de Guillier más bien los ha aprovechado el Frente Amplio y no su ex socia de coalición.

La propia candidata ha armado un discurso en base a la responsabilidad, apelando a ser un oasis en medio del desorden político, y quizá soñando que las personas quieren períodos pacíficos, sin retroexcavadoras, pero tampoco la restauración conservadora que ofrece Piñera. Su campaña parece ser una copia chilena de la de Hollande, que basaba su relato en el concepto del cambio tranquilo. O más cerca en la geografía, la famosa campaña de Fernando de la Rúa en Argentina que ocupaba como slogan "Dicen que soy aburrido".

Pero lo que le funcionó a Hollande y a de la Rúa no le está sirviendo a Goic. No solamente por los distintos climas políticos. Ambos eran candidatos de oposición que se enfrentaban a gobiernos neoliberales en lo económico y estridentes en las formas. Una candidatura así podría funcionar bien en cuatro años más, si finalmente Piñera logra el objetivo de llegar a La Moneda, pero no hoy donde está en La Moneda la misma coalición de la DC, con un ministro del Interior de ese partido.

Pero sigue siendo difícil de explicar por qué una política correcta como la senadora Carolina Goic, con un buen historial de desempeño parlamentario, alejada de los líos de financiamiento de la política, moderada pero no conservadora, sigue estando con bajos resultados en las encuestas. En especial en una elección donde no hay ningún fenómeno estelar que marque el rumbo. No hay nadie comparable con Lagos-Lavín el 99 o Bachelet en 2013. Incluso Piñera tiene la cuesta más difícil que en su aventura anterior.

La razón más probable parece ser lo que explicó The Political Brain, el revolucionario libro escrito por un psicólogo en el año 2007 y que da otra explicación a por qué los candidatos tienen o no éxito en las elecciones, basándose en la elección Bush-Gore, donde el fracasado ex alcohólico derrotó a uno de los políticos más íntegros e inteligentes que tenía EE.UU. Westen, el autor del libro, plantea que en realidad las campañas no se pelean en el mercado de las ideas, sino en el mercado de las emociones.

Dicho en simple, las personas adhieren a una candidatura no porque sea mejor, sino por lo que emocionalmente les ocurre en su interior con lo que propone el candidato. Así se explica entonces por qué funcionó el aburrimiento de De la Rúa: porque era un contraste con los excesos de Menem. También, sin duda, explica el fenómeno de Bachelet, en especial por la ya histórica imagen de la Presidenta subida a una tanqueta militar rescatando a poblaciones damnificadas por las inundaciones en Santiago.

Carolina Goic no ha generado ninguna razón emocional para que la mayoría vote por ella. Es una política correcta y respetada, pero nada más. Además de ello, cada vez que sale en televisión lo hace principalmente hablando de política. Y como advierte la encuesta CEP, la gente está convencida de que las autoridades no se preocupan realmente de lo que les interesa a las personas. Y en ese espacio, la política y los enredos de la Nueva Mayoría no están. Goic necesita pronto una tanqueta, y no se ve en el horizonte.