Poco tiempo atrás, el erotismo era un tabú. Estaba restringido al ámbito de lo vulgar o lo psiquiátrico. Hoy, en cambio, es un tópico banal, manoseado, sobre el que opina cualquiera con la mayor soltura de cuerpo sólo inspirado en sus experiencias y en lo escuchado. Pero si nos detenemos a verificar de qué se habla cuando se habla de erotismo, está claro que la palabra se ha vuelto ininteligible por el uso desmedido. Muchos confunden el erotismo con consejos de salud, otros con índices de satisfacción y demasiados se limitan a reducir el tema a lo escandaloso. En el fondo, hemos convertido un asunto fundamental en una fosa de sentencias caducas.

<em><strong>Sin embargo, existe una tradición de pensamiento dedicada a escrutar el erotismo</strong> y sus consecuencias desde distintas disciplinas. Entre ellos, varios médicos, filósofos y escritores. Pero fue el francés<a href="http://es.wikipedia.org/wiki/Georges_Bataille" target="_blank"> Georges Bataille </a>(1897-1962) quien lo hizo de manera integrada,<strong> en distintos géneros.</strong> Por lo mismo, todavía es considerado por algunos beatos como un autor de literatura subversiva.</em>

Bataille escribió sobre antropología, literatura, política, arte y economía. Fue poeta, narrador y bibliotecario; perteneció breve tiempo al surrealismo, y fundó  -junto a Michel Leiris, Pierre Klossowski y Roger Caillois- el Colegio de Sociología de Francia, una de las instituciones más delirantes e influyente del período de entreguerras. Paralelamente redactó novelas pornográficas, como Historia del ojo, Madame Edwarda y El azul del cielo, que tienen una densa mezcla de imágenes sexuales y consideraciones abstractas. Bataille siempre rechazó el calificativo de filósofo, pese a que su obra está plagada de especulaciones sobre lo sagrado, la violencia, el mal, el psicoanálisis y la poesía. Entendió la figura del intelectual como una "invitación al coraje del ser, sin socorro, sin esperanza, en el movimiento feliz de un hombre que no cuenta con nada, salvo con una audacia suspendida".

Su libro principal se titula El erotismo. En él desmenuza aspectos relativos al deseo, la mística y la muerte. Introduce dos conceptos centrales para explicar el fenómeno: habla de discontinuidad para señalar que somos individuos asilados, con una muerte asumida como aventura ininteligible; y de continuidad, cuando se refiere a aquel lugar ignoto de donde provenimos y hacia el que vamos. Para Bataille el erotismo es el juego, la transgresión, que nos permite superar nuestra discontinuidad inherente para vivir una continuidad parcial con el otro, el amado. El aguijón del deseo sería -entonces- esa nostalgia de una frecuencia perdida. Otras formas de recuperar la continuidad son el éxtasis místico, el goce de ciertas perversiones y los sacrificios.

Publicada en 1957, la obra caló hasta el fondo y con erudición en un terreno espinoso y cargado de creencias y prejuicios. Bataille describe tres clases de erotismo: del cuerpo, del corazón y el sagrado. Sus tesis se basan en datos etnográficos, en conocimientos y evidencias científicas y literarias. Se detiene en el vínculo entre religión y sexualidad. También indaga en los ritos de reproducción y muerte. Desmitifica al incesto al examinarlo sin carga moral, cotejando sus proposiciones con las de Lévi-Strauss al respecto. También revisa, entre otros conceptos, el matrimonio, la guerra, la orgía, la belleza y la experiencia interior. En la segunda parte del libro, explora casos concretos. Incluso, el de Santa Teresa, en un ensayo admirable.

Bataille en este libro instala un estudio sobre nuestra naturaleza al que acuden aquellos lectores inquietos que están decididos a explicarse sus inclinaciones y fantasías. Bataille no defrauda a los que buscan en él a un cómplice para escarbar en las fisuras de sus emociones.