Al margen de la puñalada a las encuestas, es difícil determinar cuál de los dos candidatos que pasará a segunda vuelta está más herido. Si Piñera, que tuvo un desempeño por debajo de las expectativas, o Guillier, que estuvo a seis o siete puntos de lo que obtuvo Frei, el candidato de menor convocatoria de la centroizquierda postransición. Lo que viene -entonces- no será una pelea de campeones.

Huelga decir que la segunda vuelta será muy reñida. Aquí nadie tiene la suerte comprada. Es cierto que Piñera tiene una distancia considerable respecto de su contendor -alrededor de 14 puntos-, pero lo que esta elección demostró es que la centroderecha, aparte de no haber logrado traspasar las fronteras del sector, como se había anticipado, llegó más dividida de lo que se pensaba. El porcentaje que consiguió José Antonio Kast será bastante más que una piedra en el zapato para Piñera, porque, en un momento en que a él no le queda otra cosa que abrirse más hacia el centro para ampliar su coalición, esos votos duros identificados con el conservadurismo moral y político de Kast podrían llegar a ser una pesadilla.

Tampoco Guillier la tiene fácil. El problema es que sus perspectivas no solo dependen de lo que haga o deje de hacer para cortejar el voto de los otros seis candidatos que compitieron ayer, sino -básicamente- de las estrategias políticas de mediano plazo que acuerde el Frente Amplio. Al final, esta coalición obtuvo una enorme victoria ayer y este es un dato que la izquierda tradicional tendrá que procesar con serenidad.

La verdad es que el desafío de Piñera será básicamente electoral, y el de Guillier, básicamente político. Pero, aun aceptando que esta observación pueda ser válida, una de las variables decisivas en las próximas semanas será la movilización. En un país donde prácticamente la mitad del electorado no acude a las urnas, los dos bloques políticos que se enfrentarán en diciembre podrían seguir disputándose eternamente los muebles de la casa, pero en algún momento debieran advertir que las verdaderas oportunidades están en la mueblería que está al lado. Dicen que la gente que no vota no es tan distinta en sus opiniones políticas que la que sí lo hace. Pero cuando se trata de sumar, esa creencia no debiera dejar conforme a ningún dirigente político.

Como es lógico, las señales que se emitan y se dejen de emitir en las horas inmediatamente siguientes a los cómputos serán cruciales. El comando de Piñera siempre aspiró a establecer una distancia de 15 puntos sobre la candidatura que le siguiera y en eso no le fue mal. Pero el piñerismo estaba pensando, claro, en otros rangos, cuando se imaginaba muy por encima del 40%.

En el comando de Guillier, las calculadoras se recalentaron y funcionaron a toda máquina hasta la madrugada. Pocas veces la aritmética capturó tantos sueños en el sector como anoche. La verdad, sin embargo, es que la candidatura de Alejandro Guillier está frente a un dilema terrible, porque mientras más se arrope la cabeza, más descubiertos le quedarán los pies. Lo que revela la elección de ayer es que la izquierda está muy dividida y en proporciones parecidas, lo que complica más las cosas. Encontrar el óptimo que le permita a Guillier abrirse a la izquierda más radicalizada, sin desmotivar al voto moderado, es un desafío que sobrepasa con mucho lo que el senador Alejandro Guillier ha afrontado hasta aquí. Aunque él no hizo una buena campaña en primera vuelta, nada impide que lo pueda hacer en segunda. Hay políticos que crecen en la adversidad y sería una pequeñez no  darle el beneficio de la duda.