Esta mañana en la universidad, mientras profesores y estudiantes nos hincábamos para protestar simbólicamente contra los incidentes racistas de las últimas semanas, un colega mencionó a James Baldwin en su discurso: "Mirar los Estados Unidos hoy es suficiente para hacer llorar a profetas y ángeles". El escritor norteamericano (1924-1987), prominente líder de los derechos civiles, está en todas partes hoy: aparte de ser la inspiración de una nueva generación de intelectuales negros, a cuya cabeza se encuentra Ta Nehisi Coates, su claridad moral y su retórica feroz son una de las mejores puertas de entrada para entender los Estados Unidos de Trump. Un fascinante documental sobre Baldwin, I am not your negro, de Raoul Peck, consolidará su reputación como un visionario que supo entender la amarga verdad de las relaciones raciales.
The fire next time (1963), su libro más reconocido -en español solo hay una edición de Losada (1964), inencontrable hace mucho- se compone de dos cartas --una escrita a su sobrino-, en las que Baldwin aprovecha el centenario de la abolición de la esclavitud para rememorar su infancia en Harlem a la vez que lanza una mirada descarnada al estado de las relaciones raciales: "El país está celebrando cien años de libertad con cien años de adelanto". A su sobrino le aconseja: "Solo te podrán destruir si crees que realmente eres lo que los blancos llaman un nigger… naciste en una sociedad que te dijo con claridad brutal, de todas las maneras posibles, que eras un ser humano sin ningún valor". El problema no está en los negros sino en la inhumanidad y el miedo de los blancos: "Mis conciudadanos son mis enemigos"; solo cuando ellos se liberen de esos miedos llegará la verdadera liberación de los negros. Mientras tanto, hay que asumirlo: el sueño americano se parece más a una "pesadilla", para la cual uno debe armarse de valor: "Se necesita mucha fortaleza espiritual para no odiar a esos que ponen su pie sobre tu cuello".
Baldwin recuerda los días de la adolescencia temprana en los que caminaba de Harlem a una biblioteca pública en Manhattan y los policías le decían que se volviera a su ghetto. Esas memorias se amplifican en I am not your negro: la profesora blanca que arriesgaba el desdén de su clase para poner en sus manos libros con los que él jamás hubiera soñado; las noches en que salía con una amiga blanca y, para evitar problemas, caminaban separados y en el metro se sentaban aparte. El punto de partida en el documental -narrado en tono solemne por Samuel Jackson- son las notas de un libro que Baldwin jamás llegó a escribir, dedicado a tres líderes de los derechos civiles que eran amigos cercanos y que murieron antes de cumplir cuarenta años: Medgar Evers, Martin Luther King y Malcolm X. Ellos le enseñan que "si uno no se enfrenta a lo que necesita cambiar, uno no puede cambiar aquello contra lo que se enfrenta".
El documental muestra la elocuencia de Baldwin, su capacidad para transmitir lucidez moral sin perder por ello una retórica potente. Medio siglo después ha habido un presidente negro y progreso en muchas áreas, pero hay cosas que no han cambiado: Donald Trump es un supremacista blanco con libertad para insultar a los negros, los policías matan a negros inocentes y el sistema judicial no los encuentra culpables; la injusticia racial más explícita es tolerada desde el poder. Por eso Baldwin, que no tenía mucha fe en la reconciliación entre las razas, es más relevante que nunca: "Me da miedo la apatía moral -la muerte del corazón- que está ocurriendo en mi país. Esa gente se ha engañado a sí misma por tanto tiempo que de verdad no cree que soy humano. No me baso en lo que dicen sino en su conducta. Se han vuelto unos monstruos morales".