El Partido Demócrata Cristiano deberá adoptar en su Junta Nacional de hoy ciertas decisiones que tendrán gran trascendencia para su futuro. Está terminando una experiencia política que se inició en 2013 y que ha sido insatisfactoria para el partido. Por lo tanto, las definiciones de estas horas no se refieren únicamente a la aprobación de una plantilla de candidatos al Congreso, sino a la exigencia política de revitalizar nuestras señas de identidad y nuestro mensaje al país.

En la Junta anterior, la DC acordó por unanimidad no participar en la primaria oficialista, y llevar en cambio la candidatura presidencial de Carolina Goic directamente a la elección de noviembre. Fue una decisión que el paso del tiempo ha demostrado que fue plenamente acertada. En los hechos, la DC separó aguas de una coalición agotada, aunque ello no ha sido percibido nítidamente por los ciudadanos. Cuando nuestra candidata fue inscrita formalmente, quizás habría correspondido reunirse con la Presidenta Bachelet para decirle que la DC seguiría apoyando su gobierno, pero que en adelante lo haría desde una posición independiente, con su propia fisonomía. La DC ha sido y seguirá siendo leal con la Mandataria, pero la discusión de hoy trasciende al gobierno que termina en marzo y se relaciona con la necesidad de que la DC defienda su propio lugar bajo el sol, sin condicionamientos de ninguna especie, como partido de centro, genuinamente democrático y reformador.

Por desgracia, ha habido señales confusas en las últimas semanas debido a las contradictorias fórmulas electorales que los parlamentarios del partido han echado a correr por su cuenta, en lo que sin duda influye la incertidumbre que les causa la entrada en vigencia del sistema electoral proporcional. Esas fórmulas perjudican el empeño de la DC por afianzar su perfil y dañan las perspectivas de nuestra candidata. Si los partidos de la Nueva Mayoría desecharon una lista con la DC, y si el PR dio el portazo final a la posibilidad de lista común, los democratacristianos no debemos amilanarnos. Por el contrario, debemos aceptar el reto de levantar nuestra propia lista al Parlamento.

La DC debe actuar con claridad ante los ciudadanos. No puede dejarse intimidar por nadie. Lo primero es dejar de mirarles la cara a estos y a los de más allá, como si tuviéramos que pedir permiso para competir por el favor de los electores. Ese no es un espectáculo edificante. Somos una fuerza nacional que tiene que hacerse respetar.

La Junta debe transmitir un mensaje inequívoco a los militantes del partido, que sienten legítimo orgullo por el papel cumplido por la DC a lo largo de su historia, en particular por la recuperación de las libertades y la inmensa obra concertacionista. En otras palabras, debemos mostrar energía y determinación en defensa de los valores que nos identifican, lo que no significa restarnos al diálogo y los acuerdos con quienes podamos coincidir.

Si el partido lleva su propia lista al Parlamento, podrá ofrecer un espacio de participación a muchos hombres y mujeres, especialmente a muchos jóvenes, que a lo largo del país desean ayudar al fortalecimiento de la DC como fuerza progresista.

Ellos no están pidiendo garantías de ningún tipo, solo el honor de representar al partido de Frei Montalva y Aylwin, de Tomic y Leighton.

La Junta debe decirles a los chilenos que la DC está de pie, comprometida con el esfuerzo por hacer progresar al país de un modo sustentable, por resolver las carencias de muchos compatriotas y por definir políticas de Estado que integren la prosperidad y la solidaridad.