La voz latina flatus vocis indica en la tradición filosófica medieval la acción de emitir palabras carentes de sentido y defenderlas como si lo tuviesen. Exactamente eso es lo que ocurre con la derecha chilena. Carece de contenido, sobran frases vacías: autoproclamarse "defensores de la libertad" sin atreverse a condenar el régimen que las violó de modo más brutal en nuestra historia, repetir hasta el aburrimiento (con una falta de riqueza lingüística de catálogo) "queremos emparejar la cancha" mientras se envían señales de una comprensión de la  política de tipo monárquica; se heredan candidaturas donde muchas veces ser "hijo de X" es el mejor argumento.

¿Por qué se habría de creer a quienes no están dispuestos a una competencia política ni a permitir que sus hijos hagan el camino normal de todo militante de partido  que tendrían la voluntad de algo más radical como  negar los privilegios sociales y económicos a esos mismos hijos a cambio de "emparejar la cancha"? La lista es larga; dirigentes que agotan hablando de sí mismos como defensores de valores pero consideran la equidad y justicia social cosa de "izquierdistas" , frases de marketing sin sustento alguno (basta recordar el "centro-social" o "viva el cambio"), disparar ejemplos del tipo "lo mío es el modelo nórdico", lo cual no tendría nada de malo si no fuera por el pequeño detalle que lo que se propone nada tiene que ver con ese modelo; lo que le da tanto contenido a la idea-fuerza como el ya emblemático: bacheletismo-aliancista.

Al día de hoy, la Alianza, se encuentra transformada en un verdadero grupo de lobby que sin capitán ni liderazgo busca que el naufragio no sea total.  Esa carencia de densidad intelectual mínima ha impedido que se comprenda el verdadero fenómeno de Bachelet: no es por ser mujer, tampoco por ser simpática ni espontánea; es lo que simboliza.

El género y el carácter son a lo más complementarios de esto último. La derecha producto de su falta de ideas ha cultivado una carencia del sentido de las formas y símbolos. ¿Qué podría ser más evidente que un Piñera visitando el Museo de la Memoria sin un solo sentido del ritual debido por lo que él es y el lugar dónde se encuentra? O una candidata como Matthei que no distingue su vida personal de lo que simboliza como supuesto líder de un sector para responder, ni más ni menos, sobre los 40 años de un golpe militar donde su sector fue clave en la gestación y gestión del posterior régimen dictatorial. Hay solo dos opciones: cree que no representa a nadie y es un "elector de derecha más" o no entiende lo que se sigue de ser líder de su sector en un momento como ese. Escoja usted.

Por eso, no se necesita ser adivino para saber que la derecha, una vez más, apostará  a una campaña millonaria en letreros, realizadora en cuñas de prensa, tratando de mostrar las bondades del producto; una suerte de "Thatcher  made in Chile" sin siquiera atender a que esa imagen es relevante pero en situaciones de Guerra Fría o similares; quizás un poco alejado a nuestra realidad actual ¿o no?

La desorientación es tal, que no faltan los iluminados que consideran que un Piñera fracasado (eso es no ser capaz de prolongar su gobierno) con popularidad baja sería "una carta segura para el 2017". Deben creer que existe una verdadera ley de la naturaleza que asigna popularidad una vez que se deja el mando.

Con tal grado de extravío a la derecha lo único que le queda es practicar una de las pocas actividades intelectuales en las que han desarrollado experiencia y conocimiento acumulado: rezar.