Este fue el eslogan ganador utilizado por Bill Clinton en la campaña presidencial de 1992, cuando de manera impensada derrotó a George H. W. Bush (padre), en momentos en que la economía estadounidense atravesaba por serias dificultades. Es también el principal motivo que explica el impresionante triunfo de Sebastián Piñera en el balotaje del pasado 17 de diciembre.

En los próximos meses se podrá analizar con calma de dónde provino ese nuevo caudal de votos para el presidente electo, que afloró masivamente en la segunda vuelta. Pero lo que sí está claro es que a esa mayoría silenciosa, que se expresó en las urnas unos días atrás a favor del crecimiento y el progreso, le interesa mantener la actual economía de mercado pues le ha permitido adquirir una serie de bienes materiales que han incrementado su bienestar personal. Quienes intentaron retratar a los chilenos como unos revolucionarios dispuestos a desbaratar este sistema, se equivocaron medio a medio ya que la gente no votó por los planteamientos rupturistas; todo lo contrario, los rechazó. Una cosa es querer realizar cambios para mejorar y progresar, y otra muy distinta es pretender destruir lo que funciona bien, o bastante bien, a través de un "reformismo" ideológico a ultranza, demasiado contrario a lo que las grandes mayorías deseaban para el país. Se puede decir, sin temor a equivocarse, que el oficialismo extravió el camino.

Pero, hay un trasfondo más importante aún que subyace detrás del fuerte rechazo a la dialéctica utilizada por el gobierno, con la cual se intentó convencer a los chilenos que la situación económica no era como ellos la estaban percibiendo. El verdadero dilema de esta coyuntura es la considerable precariedad que afecta a una parte importante de la población, tanto joven como adulta. Problema que se ve agravado en el área del empleo, donde el índice de precariedad bordea el 24%, una cifra que no se observaba desde el año 2009. La continua pérdida de empleos asalariados, ha significado que cerca de un tercio de los chilenos estén trabajando ahora por cuenta propia o en la calle, sin protección laboral, con bajos ingresos y con informalidad. Este es el resultado directo del paupérrimo crecimiento mostrado por la economía durante el actual gobierno, el peor de los últimos 30 años, lo cual ha generado inmensas dificultades para la gran clase media nacional, entre las cuales está el estancamiento de los salarios, que han crecido en promedio un 0,2% al año durante la actual administración, en comparación con el incremento promedio de 5,2% anual durante el gobierno anterior.

Pues bien, cuando los ingresos familiares escasean o se reducen, la gente tiene que recurrir al endeudamiento para poder vivir. Y esta es la preocupante realidad que muestra el Informe de Deuda Morosa realizado trimestralmente por la Universidad San Sebastián. El número de deudores morosos aumentó un 74% durante los últimos cuatro años, llegando a 4,4 millones de personas en la actualidad, 35% de las cuales tienen un alto nivel de morosidad. He aquí el mejor reflejo de lo mal que se encuentra ahora la economía de las personas; "es la economía, estúpido". Para combatir dichas precariedades, hay que volver a crecer con el dinamismo que tuvo Chile durante el gobierno de Sebastián Piñera. Es por ello que los electores decidieron darle a él y al país, una nueva oportunidad.