Partamos con la cita de este artista chileno: "En la plancha de cobre de esta puerta aparecen grabados un grupo de personas que miran de frente. Y en actitud serena y tranquila se adivinan hombres, mujeres, niños, jóvenes, viejos, trabajadores, intelectuales, es decir, todos nosotros que hemos ido a ver cómo hacen el trabajo que les hemos encomendado. Mi intención profunda es decirles a los parlamentarios, 'señores, nosotros estamos mirando lo bien que hacen el trabajo. Queremos estar presentes en este dejo crucial de nuestras vidas, cuando se deposite esa simiente que nos hará tener una sociedad de justos, buenos y limpios. La gente mira. Nosotros miramos. No dejen pasar la oportunidad de ser eficaces. El trabajo que vosotros hacéis es el que nosotros honestamente os encomendamos. Cumplan. La gente mira'". Félix Maruenda, 1989.
Ahora, sigamos con la explicación. Cada puerta del Congreso de Valparaíso es una joya escultórica. Como si fuera una ironía, la fealdad de nuestro Parlamento contrasta con la belleza de sus puertas diseñadas por Francisco Gazitúa, Ximena Rodríguez, Osvaldo Peña y Félix Maruenda. Este último, un gran escultor nacional que murió hace 11 años, es el responsable de las dos puertas más importantes: la del acceso principal y la del Congreso Pleno. Ambas son maravillosas en términos estéticos y, al mismo tiempo, poseen un profundo mensaje.
Es la segunda de ellas, la del Congreso Pleno o Plenario, la que se llama "La gente mira" y cuya explicación está al principio de esta columna. El texto se puede leer en una muestra sobre esas dos puertas de Maruenda que actualmente se exhibe en el tercer piso del Congreso, en Valparaíso.
Tuve el honor de ser invitado y estuve allí la semana pasada. ¿Sabe? Apenas había un par de parlamentarios. Todo el resto estaba en otro salón, mirándose el ombligo en el lanzamiento del libro de uno de sus pares. Miopes. Ensimismados. Algo que no debiera sorprender a nadie a estas alturas, menos cuando la última encuesta CEP muestra que sólo un 6 por ciento dice tener confianza en el Congreso.
Permítanme una aclaración. No soy de los que creen en la consigna "Que se vayan todos" y estoy convencido de que hay parlamentarios que se toman su trabajo en serio. Pero, a estas alturas, los árboles apenas dejan ver el bosque. En demasiados sentidos. O acaso, ¿estarán conscientes los diputados y senadores de esa puerta que los enfrenta día a día, donde Félix Maruenda usó el pino oregón y el cobre repujado trabajado al ácido para lograr una obra de bajorrelieve llena de contenido poético y político? ¿Se acordarán de que la gente los está mirando, tanto en esa puerta que mide 3,5 x 3,5 metros, así como en la calle, a través de la televisión, al leer los diarios o al escuchar la radio? ¿Tendrán claro que, como explicó Maruenda a la prensa el día de la inauguración de las puertas en 1990, "cada uno de los parlamentarios no son otra cosa que lo que nosotros queremos que sean y si se les despoja del título quedan convertidos en simples ciudadanos"?
Y, por último, ¿no somos nosotros, justamente los ciudadanos, los que debemos ser mucho más responsables a la hora de votar? ¿Nos informamos lo suficiente? ¿Sabemos a quién le estamos entregando la responsabilidad de legislar? ¿Estamos, realmente, mirando?