La Haya y la hipótesis del Tiwinza Peruano




Tras la llamada Guerra del Cenepa entre Ecuador y Perú, en 1995, y luego de la firma del Acuerdo de Brasilia en 1998, los países garantes (Argentina, Brasil, Chile y Estados Unidos) resolvieron que las altas cumbres de la cordillera del Cóndor y que la región de Tiwinza, de 20 Km², pertenecían al Perú. Sin embargo, este acuerdo concedía a Ecuador 1 km² en la zona del Tiwinza como propiedad privada, con la excepción de que esta propiedad nunca podrá ser expropiada del Ecuador y sólo será usada para realizar actos conmemorativos y no militares. Hoy algo de ello ocurrió. El triángulo exterior concedido a Perú desempeña el rol de un "Tiwinza peruano", uno marítimo.

Tiwinza constituyó, sin lugar a dudas, un hito en las relaciones entre Lima y Quito. Ecuador logró una victoria moral y Perú se la concedió. Desde el nacimiento mismo de ambos estados, una relación de profunda enemistad avivó sus relaciones, con un Perú que, según visiones ecuatorianas, siempre ha  buscado impedir el carácter amazónico ecuatoriano. Luego de casi un siglo de desencuentros, invasiones, fricciones y conflagraciones, el factor Tiwinza vino a introducir un quiebre en dicha relación de enemistad duradera.

Algo sucedió luego de 1998. La "victoria moral" ecuatoriana y la percepción de "derrota militar peruana" en el conflicto del Cenepa introdujo un efecto de "empate" psicopolítico en ambas élites. Una suerte de tabula rasa en el marco de las percepciones históricas de derrotas y victorias. Hoy, a cerca de quince años de la firma del Acuerdo de Brasilia, las relaciones entre Quito y Lima conocen una trasformación absoluta. Desde "gabinetes binacionales" hasta reuniones periódicas presidenciales, pasando por una avanzada integración fronteriza, algo transformó las percepciones de inseguridad y de desconfianza tradicionales entre ambos países. Las élites peruanas parecen haber tomado la decisión de dar vuelta la página. Adoptaron una "política de Estado" en función de Ecuador. ¿Adoptarán, hoy, luego de conocer el fallo, la misma actitud con Chile?

Aquí el factor psicopolítico es esencial. Pero también lo son las condiciones externas. Sudamérica ha cambiado desde la década pasada. Torre Tagle tomó nota de ello y se adaptó oportunamente, focalizando toda su atención hacia un solo "frente "político-diplomático: su frontera sur. El objetivo estratégico peruano es hoy afirmar su crecimiento económico y su estabilidad interna, todo ello a fin de incrementar su estatura política regional e internacional.

Las lecciones que podemos obtener de lo que podemos denominar la "hipótesis Tiwinza" es que con la débil percepción de victoria peruana hoy ante La Haya, pueda reeditarse. Esta vez el Perú, sin embargo, adopta y absorbe la forma ecuatoriana. Luego de una permanente percepción de derrota ante Chile, como fue la Guerra del Pacífico, pero además, la visión de un Chile líder económico, político y social, esta victoria moral limeña puede permitir abrir un espacio de reconsideración de una rivalidad duradera hacia y con Chile. Los réditos sociopolíticos en mantener una permanente fricción diplomática con Santiago pueden ya no generar efectos deseados.

Para el Perú, su clase política y su población, el fallo marca un hito histórico: por primera vez, luego de 1879, el Perú habría logrado redimir la percepción histórica de capitulación. Una victoria que si bien se traduce en la adquisición de un espacio marítimo, no logra "recuperar" espacios soberanos en poder de Chile. Podemos estar, sin lugar a dudas, frente al "Tiwinza peruano".

Lima, más que adquirir algunos kilómetros de espacios marítimos, podría estar redimiéndose ante su propia población. La unidad peruana en torno a una causa común, el alineamiento de su élite tradicional tras los sucesivos mandatarios y la planificación político-diplomática contrastan con lo que fueron las acusaciones tras la guerra con Chile. Hoy su clase política ya no necesita buscar un responsable de la debacle de la guerra, sino que buscan los artífices de una relativa victoria.

De materializarse la hipótesis Tiwinza en Lima, hemos de esperar que esta sea la última pretensión fronteriza peruana; de no ser así, nada nos garantiza que sea la última pretensión territorial. Diversas fuerzas irredentistas allende Chacalluta no parecen comulgar con la hipótesis Tiwinza. A diferencia del Ecuador, Chile sigue siendo percibido como un rival geopolítico. Un actor de emulación natural y estructural con Perú, tanto en el ámbito económico-comercial como político-vecinal.

Desde una óptica del realismo político, la única forma en que la rivalidad limeña pierda primacía en su planificación política vecinal es, ya sea por medio de la identificación bilateral de una fuente externa de riesgo, o en su defecto, el surgimiento de una relación de dependencia comercial hacia los diversos agentes económicos chilenos que interactúan en y con el espacio peruano. El caso de Tacna y su relación especial con los ariqueños es prueba de ello. La presencia de capitales chilenos en el territorio del Rímac es otro.

Finalmente, y más allá de lo anterior, ¿Será suficiente esta "victoria moral" para desatar e instalar un efecto Tiwinza en la clase política peruana? De no ser así, hemos de esperar que la rivalidad sólo conozca un desplazamiento y una ligera transformación de su forma. Hemos de esperar, finalmente, en caso que la "victoria moral" sea asimilada como tal, que dé lugar a una nueva fase en las relaciones chileno-peruanas.

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