El título no se refiere al resultado de la votación de hoy, que sin duda es imposible de pronosticar, sino a qué sucederá a contar del 11 de marzo en términos de estabilidad y gobernabilidad futura del país. Esto, cuando a consecuencia del cambio del sistema electoral y la división de la izquierda, las fuerzas parlamentarias estarán fraccionadas y que cualquiera de los candidatos que resulte electo no contará con mayoría en el Congreso.

Si bien el expresidente Piñera ya gobernó en minoría y con una oposición que le negó la sal y el agua, la incertidumbre se ve reforzada porque ahora habrá una tercera fuerza en el parlamento, el Frente Amplio (FA), que ha dicho que será opositor a ambos y que por su forma de plantearse, parece dispuesta a negar también el oxígeno.

Pero como suele suceder, del dicho al hecho hay cierto trecho. Desde luego, a pesar de dar un trato que lindó en lo despectivo a Alejandro Guillier -les faltó llamarlo el candidato del 22%-, los principales líderes del FA anunciaron que votarían por él. Lo curioso fue los tres más prominentes lo hicieron invocando burdos pretextos: Beatriz Sánchez se asiló en el magnificado asunto de los votos marcados de Piñera, mientras que Jackson y Boric lo hicieron invocando la necesidad de cerrarle el paso un nuevo peligro: José Antonio Kast. Pretextos que buscaban hacer más digerible el anuncio a sus bases más ultra, pero la cuestión de fondo es que estaban reconociendo que no podían llamar a abstenerse (y favorecer con ello a Piñera) sin molestar y enajenarse al votante de izquierda menos ideológico, que son la gran mayoría. Entonces, resulta que el purismo no es todo y que hay que ser mínimamente razonable, lo que tiene un nombre: "Política". Es decir, avanzar en la medida de lo posible.

Por lo mismo, no es tan claro que si gana Guillier vayan a ser oposición a ultranza, más allá del discurso, y que se nieguen a toda posibilidad de acuerdo. Pues eso genera el riesgo que al nuevo gobierno no le quedaría otra que llegar a acuerdos con la oposición de centro derecha y hacer solo reformas moderadas, lo que -por lo demás- puede no estar muy lejos del anhelo del ciudadano común. Eso aislaría al FA y lo transformaría cada vez más en un grupo marginal, que al cabo no es capaz de dar gobernabilidad.

Si Sebastián Piñera resulta electo Presidente, la pregunta es si las izquierdas volverán a ser una oposición intransigente. Tampoco es nítido que así sea, porque están divididas y para algunos, como la DC y socialistas, actuar en forma pertinaz sería homologarse y no diferenciarse del FA, mientras que llegar a acuerdos puede resultarles políticamente atractivo, al dar muestras de sensatez y gobernabilidad, lo que nuevamente aislaría al FA.

Lo cierto es que en la etapa política que se abre la mayor complejidad para hallar el tono correcto será para el FA, si no quieren quedarse en el mero testimonio. Al apoyar a Guillier ya anticiparon que la vieja política no cambiará tanto.