La derecha y algunos intelectuales destacados de la plaza transformaron la elección del 19 de noviembre en un plebiscito sobre el gobierno de la Presidenta Bachelet y sus reformas y, más ampliamente, sobre lo que sería una "modernización capitalista exitosa". En Chile no había malestar con el modelo -este era un invento de unos trasnochados sociólogos sesenteros-, y el verdadero deseo ciudadano era seguir profundizando en soluciones privadas y de mercado. El ciclo de protestas abierto en 2011 nunca había sido otra cosa que un malestar de consumidores cuya verdadera motivación era ser integrados. La expansión del mercado era el verdadero camino hacia la libertad y el dinero lo podía comprar casi todo (solo era cosa de tenerlo). En fin, se construyó un relato -con poquísima base empírica seria- que consagraba con esta elección el triunfo definitivo del modelo.
El despertar de la derecha y de sus intelectuales orgánicos ha sido brusco: las elecciones mostraron que un 20,2 % (Sánchez) de chilenos quería profundizar y acelerar las reformas y que otro 22,6 % (Guillier) quería, a lo menos, proseguirlas. A ello se debía sumar una DC que giraba hacia la centroizquierda. El Chile pro reformas sobrepasaba el 50%.
El resultado de la primera vuelta ha dejado abierto el balotaje y éste ya no depende de la derecha sino de la capacidad de unirse de la centroizquierda y la izquierda. Pero el panorama no es sencillo. Hay quienes entienden la segunda vuelta como el comienzo de un proceso de reconstrucción de una opción de izquierda y progresista en Chile, para lo cual los acuerdos programáticos y la mayor unidad posible son el eje estratégico en esta coyuntura electoral (Atria/Ruiz). Otra opción -más bien "tacticista", pues pareciera privilegiar por sobre todo el resultado del FA en cuatro años más- intenta no cargar con la responsabilidad de una derrota de Guillier, pero tampoco dar un apoyo explícito. Posición que, de no encontrar una modulación y un fraseo adecuado en los próximos días, puede terminar siendo confusa y, finalmente, leída como un no apoyo. Y están aquellos en el FA para quienes el tema del acuerdo entre las izquierdas carece de todo interés, por lo que ya anunciaron su abstención o la libertad de acción (humanistas, liberales, ecologistas-verdes y otros). Estos últimos representan más de un 30% de los votos obtenidos por el FA en las parlamentarias, con lo que el escenario de 2009 comienza a configurarse.
La izquierda -la emergente y la histórica- ganó la elección del pasado domingo, pero aún no se ha percatado. Solo peor que perder una elección es ganarla y no asumirlo. Si el actual escenario político-electoral no se aborda con sentido unitario y estratégico, la señal y el mandato progresista de la ciudadanía puede terminar diluyéndose. Que esta no sea una oportunidad perdida de la izquierda está solo en sus manos.







