Siempre he afirmado que usar automóvil no es un derecho social y que conlleva costos y responsabilidades que el automovilista debe asumir. Sin embargo, tampoco estoy de acuerdo con quienes pretenden estigmatizar al automovilista mediante eslóganes fetiches.

Sin duda alguna que el automóvil ha sido uno de los más grandes y exitosos inventos del ser humano, y les ha mejorado significativamente la calidad de vida a millones de personas en todo el mundo.

Hoy en día existe una necesaria y legítima discusión respecto del rol del automóvil en el contexto de movilidad y sustentabilidad de las ciudades. Y si bien estamos de acuerdo en que no es posible que cada persona satisfaga sus necesidades de movilidad desplazándose en automóvil, esta modalidad de transporte seguirá teniendo una importancia significativa a la hora de comparar alternativas de movilidad que satisfagan las necesidades de transporte de las personas.

El auto ha evolucionado notoriamente con el paso del tiempo. No sólo en materia de velocidad, comodidad y capacidad, sino también en materia medioambiental y de seguridad para sus ocupantes. De hecho, conforme las normas de emisiones se han puesto más estrictas a nivel mundial, los fabricantes de automóviles han desarrollado nuevas tecnologías que han reducido significativamente los niveles de emisiones, principalmente de carbono y otros contaminantes perjudiciales para la salud de las personas y el medioambiente. De hecho, hoy en día en Santiago la discusión de la restricción vehicular se ha volcado más al tema congestión y mucho menos al tema contaminación, debido justamente al avance en esta materia de los vehículos motorizados en todo el mundo.

Sin embargo, creo que el gran paso en materia de tecnología automotriz pasa necesariamente por avanzar en las siguientes dos dimensiones: vehículos de menor tamaño (que ocupen mucho menos espacio) y vehículos sin conductor (denominados driveless). Estas dos innovaciones tendrán un impacto gigantesco sobre la industria automotriz y sobre todo en movilidad de las personas dentro de las ciudades.

Por una parte, vehículos de menor tamaño (similar a las motos o al "Sôki", primer auto eléctrico construido en Chile), que requieren menos vialidad y menos estacionamiento, permitirán aumentar significativamente la actual capacidad de las calles en el mundo. En segundo lugar, vehículos que se conduzcan solos (sin conductor) y que puedan ser usados por diferentes viajeros (tipo taxi) también mejorará notoriamente la eficiencia en el uso de recursos involucrados (no sólo de vialidad y estacionamientos, sino también de costos de capital de los mismos vehículos).

Respecto del tipo de combustible, mi impresión es que los vehículos eléctricos ganarán fuertemente terreno conforme pasen los años y se reduzcan los costos de fabricación, aumenten la autonomía y velocidad de carga de sus baterías. En este contexto, las bombas bencineras, como las conocemos hoy en día, pasarán a ser una reliquia, una anécdota del pasado.

El automóvil, creo yo, seguirá ocupando un espacio relevante para satisfacer las necesidades de movilidad de las personas, debido principalmente a que representa una alternativa que proporciona intimidad, autonomía, comodidad y satisfacción a sus usuarios, por sobre otras modalidades, necesarias, por cierto, pero insuficientes.

Pero el automóvil, como lo conocemos hoy en día, no creo que perdure muchas décadas más. Y las principales razones de ello son las innovaciones tecnológicas y los cambios en los paradigmas de movilidad, como consecuencias de la evolución en las necesidades de las personas.

No obstante, también creo que la histórica resiliencia que ha mostrado el automóvil a lo largo de toda su historia, así como también los beneficios que proporciona a una parte importante de los ciudadanos, le harán mantener un lugar importante dentro de las alternativas que satisfagan las necesidades de transporte de las futuras generaciones.