Desde hacía meses que la oposición, los medios de comunicación y el cinismo nacional, alianza considerable, pretendían asfixiar al gobierno de Pedro Pablo Kuzynski a pesar de su cortísima existencia. El estilo funcional y tecnocrático de su gobierno exhibía desventaja frente a la maquinaria de destrucciónen en marcha.

Un congresista del montón había planteado una segunda interpelación ministerial en el Congreso y todo indicaba que el fujimorismo, que sigue sin digerir su derrota pero cuenta con mayoría parlamentaria, aprovecharía la ocasión para cargarse al segundo miembro del gabinete. Esta vez se trataba del Vicepresidente y Ministro de Transportes y Comunicaciones, Martín Vizcarra (el anterior había sido el Ministro de Educación, Jaime Saavedra, a quien la oposición juzgó incapaz de ejercer su cargo y al poco tiempo resultó nombrado por todo lo alto, en el Banco Mundial, jefe de esa precisa materia).

Pero los inclementes elementos –el calentamiento de las aguas del Pacífico frente a las costas del Perú ha provocado feroces precipitaciones, dando pie a deslizamientos y aludes de bíblica estirpe— interrumpieron esa dinámica. En una primera instancia, los enemigos del gobierno, en las redes sociales, los medios y el Congreso, poco menos que atribuyeron a Palacio de Gobierno el desastre natural. Sin embargo, la reacción oficial los cogió por sorpresa. Con rapidez, eficiencia y una serenidad que es la primera condición del liderazgo lúcido en tiempos de crisis, el gobierno pasó a dar la sensación de mando que antes no se notaba.

En cuestión de pocos días, un gobierno que era percibido como indolente se arremangaba la camisa y hundía los pies en el fango de la población. El despliegue de ministros en las zonas afectadas se hizo notar. El liderazgo mostró su cara en el terreno de las comunicaciones, una de las primeras víctimas en toda situación de emergencia. Las falsas noticias que personas interesadas repartieron por todos lados en los primeros días, sumadas al alarmismo del Canal 2, que pretendía soliviantar a la población contra el gobierno cuando más necesaria era la unidad nacional, ha sido contrarrestada a tiempo con la información que se transmite ahora desde el Centro de Operaciones de Emergencia Nacional. Con buen criterio, Kuzynski puso el COEN bajo control del Ministerio de Defensa.

Si algo caracteriza la vida pública peruana –y de otras partes- es el divorcio entre las instituciones y la gente. Esta tragedia ha permitido al menos que algunas instituciones que estaban desde hace mucho tiempo estragadas por la mala fama recuperen algo de utilidad y sentido de propósito a ojos de la población (esto atañe incluso a las fuerzas armadas y policiales). Durante una semanas, por lo menos, se las ha visto al servicio de la población en lugar de que sea al revés.

Es difícil no pensar que, pasada la tormenta, los buitres que suelen alimentarse de la carroña evitarán hacer de las suyas, confundiendo la labor de vigilancia sobre las autoridades con la labor de zapa contra las instituciones democráticas. Pero las autoridades tendrán, si siguen así, mejores argumentos, es decir mayor credibilidad, para hacer frente a los intentos desestabilizadores.

Sería una buena cosa. No olvidemos que, una vez que amainen las lluvias y se detengan las riadas y deslizamientos, quedará la secuela humana y material, incluida la inevitable desaceleración del ritmo de crecimiento de la economía. Será entonces indispensable un clima menos enrarecido del que los perdedores políticos y mediáticos habían creado con torva intención para acometer la tarea reconstructora con posibilidades de éxito.

Siete meses y pico después de estrenado, desafiado por la tragedia, el gobierno de PPK ha respondido con decisión.