Está en boga el concepto de la posverdad. En definición simple, es una nueva forma de mentira, que apela generalmente a las emociones. Es ingeniería pero solo de palabras, no requiere consistencia con la evidencia, la que trata de transmutar casi como la alquimia. Es un arte.
El mejor ejemplo práctico de ello es la cuenta-cuento de Bachelet. El mensaje central fue que entrega un país mejor cuando lo que ha ocurrido, de acuerdo a la evidencia, es exactamente lo contrario. El discurso fue extraordinario, quizás el mejor que le hemos escuchado. Se nota la buena influencia que ha tenido Narváez. Pero es falsedad de la posverdad.
El relato épico de Bachelet fue una historia ficticia, al menos para el 75% de la población que desaprueba ya por años su gestión. Casi todo lo dicho estaba completamente desapegado de los datos que están disponibles sobre Chile. Más parecía un discurso de candidatura que una cuenta pública de una gestión que ya termina y que podemos verificar. Yo destaco de este gobierno la ley de unión civil, la ley de medicamentos (a medias), las salas cuna y jardines, la repatriación del capital, el énfasis en promover a la mujer, y quizás la plataforma para emprender. Pero nada de esto cambia la historia. Me cuesta encontrar otros aspectos positivos fundamentales. Es que intenciones y resultados no son lo mismo, algo que la izquierda en general -y Bachelet en particular- nunca han logrado distinguir.
Su gran caballo de batalla es que hay 250.000 estudiantes de educación superior que estudian gratuitamente. Piñera ya había subido las becas de 100.000 a 400.000. Vamos ciegos y raudos hacia más educación pública, gratuita, poco diversa, dirigida centralizadamente por enormes burocracias estatales, y de mucho peor calidad. Se crearon dos universidades estatales, pero son realmente precarias por estar inadecuadamente financiadas y ser totalmente improvisadas. Igual cosa ocurrirá con los CFT. La educación pública no ha mejorado un ápice, se aplicó la doctrina de quitar los patines, e igualar hacia abajo. En todo este gobierno no se ha discutido una sola palabra sobre educación, solo de contabilidad y propiedad. Hasta el Instituto Nacional colapsó en la gestión de la izquierda.
La situación de la salud es lamentable y quedará agobiada por una severa crisis de gestión y con una deuda financiera de los hospitales simplemente inédita. Volvieron las largas listas de espera y decenas de miles de pacientes han muerto esperando. Tampoco construyó ni en forma cercana los hospitales que prometió y los otros centros de salud menores. Un sector donde abundaron las huelgas ilegales causando crisis tras crisis. Nunca se gastó tanto en salud y estuvo peor.
Quizás lo más patético fue su discurso sobre la economía. Daba la impresión de que había hecho una revolución económica en innovación, inversión y progreso. Insinuó que la economía está boyante y moderna. Pero los hechos son exactamente al revés. Entrega un país estancado, literalmente con el peor resultado conocido desde 1985. Los datos muestran una fuerte caída de la inversión y productividad, aumento del desempleo y el empleo mucho más precario. Su reforma sindical solo agravará el problema del empleo. Se suma un déficit fiscal delicadísimo, un aumento grosero del empleo del sector público, y de la deuda pública pero para financiar gastos corrientes. Es increíble que se atreva a decir que ha actuado con responsabilidad fiscal, simplemente falta a la verdad.
Entrega un país crecientemente polarizado, ideologizado, y desconfiado, con fuertes déficit de infraestructura. Se suma el pésimo precedente de haber utilizado al aparato público para perseguir a sus adversarios. Las instituciones se debilitaron. Su propia coalición quedó destruida. Sus gabinetes han sido en general amateur, y han sido cambiados una y otra vez, dejando herencias muy delicadas (Arenas, Peñailillo, Eyzaguirre, Rincón, Blanco, Elizalde, Insunza, H. Molina etc.) Para qué hablar de cuando los despidió por televisión. Para qué hablar del Sename. El sistema de transporte que ella misma implementó sigue con evasión del 30% y un déficit que desangra las finanzas públicas, y con un servicio muy deficiente. En el tema de delincuencia también faltó a la verdad: ésta aumentó un 19,7% en su gobierno y 228 mil hogares adicionales sufrieron un delito. Con el Censo pasó lo mismo: las cifras que dio no son efectivas, la cobertura no consideró las nuevas viviendas, fue peor al anterior.
Buen discurso, pero la dura evidencia muestra exactamente lo contrario. Su gobierno ha sido probablemente el peor desde Allende. La retroexcavadora no fue buena para el país. La mejor síntesis posible viene de Codelco: "No queda un puto peso".