La terquedad suele ser una condición negativa. El terco no oye y avanza por la vida con anteojeras. El terco es el burro, el porfiado, también el que muere con las botas puestas. Hay pueblos que han hecho fama por su terquedad. Ahí están los gallegos por ejemplo. También los vascos. Parte de esa herencia la hemos recibido los chilenos. En Argentina operaron otros genes. La sangre italiana podrá generar caracteres intensos, alegones, histriónicos, alharacos, pero la terquedad no es algo connatural a los tanos.
Por lo mismo, habría que preguntarse qué genes se confabularon para perfilar el carácter de Jorge Sampaoli. El casildense es llevado a su idea. No actúa en función del aplausómetro. Es un lobo estepario más que un animal social.
Confieso que su opción por cambiar el estilo de juego de la selección no me pareció acertada en un comienzo. Optar por la posesión del balón en detrimento de esa verticalidad que tan buenos dividendos le dio en las eliminatorias me pareció casi un suicidio. ¿Para qué abandonar una estrategia tan exitosa y original, a cambio de un estilo que ya había sido cultivado por el Barcelona de Guardiola y que parecía batirse en retirada?, ¿para qué hacer propia una forma de juego que ya otros han hecho suya con el riesgo evidente de perder identidad y de que su metamorfosis no fuese comprendida del todo por sus jugadores que son, en definitiva, los ejecutantes de su partitura?
Me pareció terca su decisión de mantener a Beausejour, de no dar una posibilidad desde el primer minuto a David Pizarro, de seguir insistiendo con un sistema que si bien había mostrado avances con México no había servido para alcanzar los tres puntos.
Sin embargo, luego del partido con Bolivia, habría que agradecer la terquedad del técnico y el apego a sus convicciones. Otro, probablemente, hubiera cambiado el switch y hubiera cedido a la presión popular. Sampaoli no. Bastaron un par de días para que los jugadores terminaran por asimilar la nueva estrategia y aunque algunos podrán ver en Bolivia un rival no tan calificado como el Uruguay que deberá enfrentar Chile en la próxima fase, la actuación del viernes fue contundente.
Aunque sea temprano decirlo, Chile hace ensayos de campeón y su técnico demuestra que a veces la terquedad puede ser una virtud, una bendita virtud.