Los aleteos desesperados de la Nueva Mayoría, o lo que queda de ella, para salvar la candidatura del exrostro (o, al menos, para perder con cierta decencia), no tienen límites.

Mire este caso: "el gobierno debe endosar el legado de Bachelet a los que van a venir", dijo esta semana el presidente de los siempre bien apitutados radicales.

¿Cuál legado, míster? ¿Será acaso el que ostenta un 56% de desaprobación popular?

Capaz que usted esté contento porque la presidenta está consiguiendo terminar su administración en torno al 30% de evaluación positiva, pero le recuerdo que eso es poquito y que ni se le compara al 80% con que culminó la vez anterior.

El legado, me temo, está salpicado de reformas a medio camino o, definitivamente, mal planteadas y peor ejecutadas. Si no me cree, hable con cualquier rector de universidad (estatal, tradicional, pública, privada o la definición que más le acomode): el diseño de la gratuidad no calza ni con los costos de las matrículas ni con la extensión promedio de las carreras.

Como resultado, o las instituciones se comen la diferencia o terminarán graduando a diestra y siniestra al sexto año, independiente de los conocimientos del estudiante.

Al revés de lo que usted señala, mi estimado dirigente político, ese legado que reclama se parece más a una mochila y la va a tener que cargar y resolver el siguiente gobierno, independiente de su color político, aunque todo indica que esa pega le tocará a Piñera. Y presumo que tendrá al frente a los liceanos y otros varios que, azuzados por los chicos de Giorgio, volverán a las calles para reclamar por vaya a saber uno qué cosa.

Porque, además, vendrán envalentonados por los votitos que consiga la Bea y convencidos de que ha llegado su oportunidad para alcanzar lo que todo político sueña: el poder. Después veremos qué hacer con ese poder, por ahora basta con tenerlo.

Mire el caso de este señor Puigdemont, un tipo gracioso que convocó a un plebiscito para declarar su independencia y congelarla a los cinco segundos.

A quien sí le atormenta esto del legado es a la Presidenta, que aspira a un par de puntos más en las encuestas antes de retornar a la ONU. Si incluso agarró avión (con fondos nuestros, por supuesto) para sacarse selfies con los futbolistas.

El problema es que Chile perdió. ¿Será el legado de Jadue?