El año 44 a.C. una veintena de conspiradores de la clase senatorial cosieron a puñaladas a Julio César, a quien, quizás con razón pero de seguro con resentimiento, creían deseoso de coronarse Rex. Dos mil sesenta y un años después, en un marco histórico más modesto, menos trascendente y sin derramamiento de sangre sino de lágrimas 67 conspiradores del PS acribillaron con sus votos a Ricardo Lagos, quien pretendía coronarse candidato presidencial al menos de su partido. Al día siguiente renunció también a su rol como candidato del PPD y con ello simultáneamente acabó con su carrera política. Fue, la del domingo pasado, una jornada luctuosa donde en las filas del PS coexistieron el llanto por el horror del crimen y el alivio de que al fin hubiera sido perpetrado. A Lagos le tocó representar el consabido papel del patriarca de la tribu a quien debe sacrificarse por un bien mayor. El bien mayor, en este caso, es seguir gobernando.
Es improbable que haya habido un solo chileno que creyera posible otro resultado. Que los jerarcas del PS se decidieran por el voto secreto señalaba por sí solo lo que se venía. Pepe Auth, a quien nunca le falta ni la sonrisa ni la palabra, arguyó que el voto secreto se justificaba porque promueve el hacer lo que realmente se quiere. "Hágase, Señor, Tu Voluntad" es su loable principio metafísico-político. Tal vez, pero en la realidad pedestre no es la voluntad "sans phrase" la que requiere la promoción del ocultamiento, sino la voluntad que no se atreve a dar la cara. Después de todo, los crímenes prefieren cometerse a escondidas.
Pragmatismo, no socialismo
Que el PS, aun considerando su gran o al menos larga tradición, escogiera como abanderado a un afuerino político apuñalando tras la espesa cortina del voto secreto a un patriarca -"el necesario asesinato del padre" afirmó en tonos freudianos un dirigente de la colectividad- no es el único signo de la inmensa confusión doctrinaria, moral y política que aqueja a toda la izquierda, salvo al Frente Amplio y/o Revolución Democrática, movimientos adolescentes que gozan aun la bendición de la inocencia. No hay candor, en cambio, por el lado de los carcamales. Si alguna vez tuvieron principios, hace tiempo que aprendieron a ponerlos en suspenso hasta nuevo aviso. Tampoco estarían en condiciones de aferrarse nuevamente a ellos porque olvidaron de qué trataban y ya no saben en qué consisten; aun más, es posible que los inteligentes del sector sospechen que nunca consistieron en otra cosa que en prédicas tan vacías como el intento de Maximilien Robespierre de fundar la "República de la Virtud". De ahí que el único territorio transitable que les queda es el de las convocatorias, las frases grandilocuentes, las jeremiadas sobre la justicia y la equidad, la siempre rentable resucitación de Pinochet y el hecho implacable de su odio a la derecha, la cual se les aparece como el enemigo de su subcultura de la victimización, el sufrimiento y la redención cuando se consuma la historia. Del PC es más difícil hacer diagnóstico. Es posible que aún crean en el socialismo tal como hay sectas que aún esperan el Segundo Advenimiento de Cristo, pero de seguro conservan su pragmatismo y están dispuestos a usar a quien sea como compañero de ruta, esta vez a Alejandro Guillier. El PPD no sufre agonías; es desde un comienzo un partido nacido de la oportunidad, de la casuística, del salto de mata. No hay en él ni principios recordados u olvidados que pudieran amargarles una tarde de votación secreta. Sumando y restando la NM no es sino un catálogo de vaguedades, maniobras oscuras, divisiones mortales y reuniones oportunistas.
El Frente Amplio
A esta confusión en las filas de la izquierda tradicional, entidad habitando entre sombras sólo iluminadas por el esperanzador resplandor del cálculo electoral, se suma el grado adicional de complejidad que aportan los sectores de izquierda "más allá" de la NM. Este más allá es bastante similar al que nos prometen las religiones; comparte la misma vaguedad e imposibilidad de comprobar su sustancia. Esto último, sin embargo es un mérito para las cohortes demográficas que oyen sus llamamientos. ¿Qué importa no saber cómo se concreta tal o cual convocatoria? Cuestiones prácticas de ese tipo carecen de glamour; lo que los jóvenes quieren es emoción, promesas, luchas, romance e idealismo a bajo costo. Todo eso brota a raudales de labios de Beatriz Sánchez. Con ella el cuadro electoral se hace aún más complejo.
¿Y la DC?
¿Cómo reaccionará la DC ante la ejecución de Lagos? ¿Irá a primarias o a primera vuelta? Todo depende de qué les parezca más conveniente para firmar un "New Deal" con la coalición de izquierda. Es el único negocio posible. No tiene adónde ir, sino sólo quedarse donde está en mejores condiciones. Para eso debe hacer valer lo más posible su recaudación electoral. De acuerdo a esta lógica ir a primera vuelta es lo más rentable; con cualquier votación que obtenga y en presencia de dos mayorías por debajo de la absoluta, cada voto decé valdrá oro.
Esta danza de candidatos, travestismos, sacrificios rituales y pequeños cálculos se origina en la naturaleza misma de la NM, nunca nueva ni tampoco mayoría sino y desde el principio un aglutinamiento de partidos con visiones distintas, de líderes educados y hasta cultos junto a recién llegados al borde del analfabetismo, cohortes demográficas separadas por abismos y agendas diferentes en todo salvo en una común vaguedad, a lo que se sumaron dispares historias personales y colectivas; si eso, con su promesa de tumulto y desconcierto, no se hizo notorio desde un principio es porque estos procesos de "transformaciones profundas" ofrecen siempre en su inauguración una fase ecuménica de rebosante entusiasmo y falsa unidad permitida por la indefinición misma de convocatorias que aún no han debido manifestarse en iniciativas legales y procesos administrativos concretos. En el tibio y fragante universo de la generalidad vaporosa, ¿quién podía disentir del lema "educación gratuita y de calidad"? Hoy, con los liceos emblemáticos en el suelo, las universidades en pendencias por los dineros -"aportes basales" es como se dice en el discurso universitariamente correcto-, meses y años de clases perdidas, saqueos de colegios, disciplinas rotas y gastos siderales las divergencias aparecieron, se agudizaron y son ya incompatibles. Lo mismo en los demás temas, en especial en el económico, donde los "brotes verdes" han dado lugar a los frutos podridos del estancamiento y la cesantía al punto que ya se reconoce, al final del camino en creciente declive, que el crecimiento importa menos que la "calidad de vida", augusta e inconcebible declaración de S.E revelando hasta qué punto el tema importa menos a nuestros revolucionarios que su visión quiliástica y mesiánica de los cambios institucionales.
Pronóstico final
La izquierda, sin embargo, sabe hacer muy bien una cosa: ponerse de acuerdo para ir disciplinadamente o al menos juntos a la batalla final. Si lo hacen, sus posibilidades de ganar en segunda vuelta son importantes, posiblemente de siete en 10. Bien puede entonces el país disfrutar un segundo gobierno de la NM, sea este u otro el nombre que elija la "nueva" coalición de izquierda. Mientras, hasta la fecha de los comicios, revolución y contrarrevolución estarán en suspenso y viviremos en un paréntesis. Será un paréntesis ruidoso y conflictivo, pero lo será mucho menos que un posible gobierno de Guillier. Con una "continuación de las reformas" a su cargo tendremos la versión chilena del paso de Chávez a Maduro. Gastándolo todo, Chávez hizo posible el triunfo de Maduro, pero por haberlo gastado todo también hizo posible la ruina del país, con o sin Maduro. De vencer, Guillier encarará, como Maduro, un país desfondado por su predecesor, sin reservas, sin crecimiento, sin inversiones, sin paz, pero con muchos compromisos "de campaña" ineludibles y una izquierda juvenil estridente y lista para reciclar el viejo y consabido papel de los jóvenes intentando asaltar el Cielo, pero cayendo de poto en el Infierno.







