Los resultados de la primera vuelta presidencial tienen a encuestadores, analistas, políticos y personajes de casi todos los sectores teorizando respecto del porqué las cosas se dieron como se dieron. Sin embargo, de lo que no cabe duda es que esta elección, la primera presidencial y parlamentaria después del fin del sistema binominal, generó una nueva realidad en la política chilena y nuevas premisas frente a los resultados finales que provoca el sistema proporcional. Entre otros cambios, a diferencia del pasado reciente, habrá tres bloques políticos representados en el Parlamento. Además, en Chile Vamos la hegemonía cambió de mano desde la UDI hacia RN, que se transforma ahora en el principal partido de la coalición. En tanto que, al interior de la ex Nueva Mayoría el Partido Socialista se transforma en la principal fuerza de ese conglomerado.
Por cierto, la matriz del cambio generado en esta elección está en la derogación del sistema binominal, que favoreció por décadas la supremacía de dos grandes bloques políticos: la derecha y la centroizquierda. La entrada a la cancha de nuevos partidos, sin duda amplió la oferta para el votante, generando una dinámica tal, que hoy contamos con un Parlamento no solo altamente renovado, sino que ahora dividido en tres grandes bloques. Es decir, se ha roto el entorno político que dominó la política chilena post dictadura. Es más, ninguno de los dos candidatos en competencia para la segunda vuelta cuenta con mayoría parlamentaria, lo que desde ya incorpora un nuevo factor para la gestión gubernamental y obliga a quien gane a construir diálogos, puentes y consensos frente a cada iniciativa.
Por años, el sistema electoral establecido con el regreso de la democracia fue experimentando diversas modificaciones en el sentido de intentar mejorarlo. Entre otros, se normaron los períodos de campaña, se puso límite al gasto, se cambio la modalidad de inscripción voluntaria y voto obligatorio para reemplazarlo por la inscripción automática y el voto voluntario, además se legisló el proceso de primarias. Todo lo anterior, no obstante, no resultó realmente significativo a la hora de los resultados, prevaleciendo la elección de candidatos de los dos grandes bloques políticos.
Ahora bien, el sistema instalado por la nueva ley electoral, que debutó ahora, no es nuevo. El sistema proporcional de D´Hondt se aplica en la elección de concejales desde los primeros procesos eleccionarios post dictadura en Chile. No obstante, es evidente que aplicado a la elección de congresistas, el efecto político resulta mucho más relevante y notorio. La cifra repartidora que contempla dicho sistema es un incentivo a conformar bloques de partidos afines y que éstos presenten una lista común de candidatos. De esta forma, un candidato muy votado "arrastrará" a la victoria a uno o más de su lista.
Han surgido detractores de este sistema, pues lograron un escaño en el Parlamento candidatos que obtuvieron algo más de un 1% de los votos. No obstante, este sistema sin duda favorece la renovación. Es evidente que el cambio generado es profundo y que el fin del binominal ha dado como resultado un Parlamento muy diverso, sin perjuicio de que su nueva composición pondrá en el escrutinio público a los congresistas, que generan en la ciudadanía expectativas de que la actual renovación política no signifique más de lo mismo.
Alguien podría argumentar que esta situación ya se vivió en el 2009 con el 20% que obtuvo ME-O en dichos comicios, muy similar a la votación del Frente Amplio ahora en 2017. Sin embargo, tal escenario no es comparable ya que, con el nuevo sistema proporcional, el 20% de la fuerza liderada por Beatriz Sánchez obtuvo 20 diputados, lo que instala al FA como una fuerza significativa en un Parlamento en el que ninguna de las fuerzas por si sola está en condiciones de imponerse, y deja a este sector actuando en política con la mira puesta en los comicios presidenciales del 2022. Es este último dato el que impondrá la resistencia de este sector a ser parte de las fuerzas que agrupa Alejandro Guillier y a actuar de manera autónoma en la política de los próximos cuatro años.







