A semanas de las elecciones presidenciales y parlamentarias, las acusaciones cruzadas toman nuestra agenda de manera desmedida: da lo mismo quien esté al frente, ya sea compañero de lista, un contrincante de primera vuelta, un vecino político o adversario ideológico, los ataques se repiten por las más diversas razones. Chile necesita urgente un cambio de timón y lo mínimo es dejar el individualismo de lado y pensar en el bien de la sociedad en su conjunto, donde los más vulnerables y muchas veces invisibles sean nuestro principal foco de atención. ¿Por qué?
Miremos algunas cuestiones concretas. En relación a datos del Banco Mundial (BI) y utilizando la línea de pobreza de US$ 1,90 al día, entre 2013 y 2015 en Chile la pobreza aumentó de 0,9% a 1,3%, lo que significa que 75.399 personas pasaron a una condición de pobreza llegando a 234.083 habitantes. Esto es doblemente doloroso: primero, si miramos la perspectiva que Chile venía bajando de manera sistemática y significativa su tasa de pobreza, según la metodología del BI, de 8,5% a 0,9% entre 1987 y 2013; segundo, porque somos el único país de la región en aumentar.
No es casualidad entonces que el crecimiento no afecta, que las reformas que han frenado la economía y la creación de empleo formal sean inocuas, ya que son piedra angular para reducir la pobreza. Tampoco es casualidad la pérdida del foco del gasto social, pues las políticas universales van en desmedro de quienes más necesitan focalización, lo que es un deber de justicia. La pobreza ya no está de moda: en materia electoral la pobreza es "demasiado pobre", nos conmueve cuando aparece una niña muerta en manos del Estado, como nos pasó con Lissette, pero ahí queda.
Un año clave, electoral, es también un año donde se registraron 87 nuevas tomas, para sumar un total de 702 asentamientos irregulares repartidos entre las regiones de Arica y Aysén según la última encuesta de Techo, es decir, un aumento de 42 nuevos campamentos en comparación al 2016 y de un 41% si tomamos la última década. Esto es alarmante y más aún las 40.541 familias que viven en esta condición, lo que muestra nuevamente un aumento en la cifra, que sube en 1.771 familias en relación al 2016, un aumento sistemático que demuestra que por cada dos familias que logran salir de los campamentos, entran tres más.
¿Qué estamos haciendo mal? Antes de cualquier política pública, lo primero es investigar cuáles son las razones que llevan a estas familias a vivir a un campamento, como el 60% que llegó por no tener capacidad de pagar un arriendo. El estudio de Techo "Antecedentes previos al campamento" muestra que estas familias gastaban un 46% de sus ingresos mensuales, de un promedio de $336 mil. El sondeo además muestra que de quienes llegan a habitar un campamento, un 93% lo hace por primera vez, y son familias jóvenes, con jefes de hogar de entre 17 y 40 años de promedio de edad; un 23,7% de ellos terminó la enseñanza media, y el foco en educación para este Gobierno ¿dónde estuvo?
Por otro lado, se estima que uno de cada cuatro niños en Chile vive en pobreza, mientras la Unicef estima que el 69% de las familias de los niños atendidos en el Sename se encuentra en situación de pobreza. Al llegar a manos del Estado no nos hacemos cargo de manera adecuada: un ejemplo es la realidad de la brecha asistencial de un 89% para responder a las necesidades de la salud mental de niños y adolescentes en protección por vulneración de derechos. Coincidencia o no de este flagelo es lo sucedido el pasado 15 de octubre, cuando siete menores entre 14 y 17 años se auto flagelaron, cortándose brazos e ingiriendo una gran cantidad de droga, y tres de ellos se intentaron ahorcar en un centro del Sename en Coronel.
Pobreza, campamentos y nuestros niños, que no gritan, no marchan y no son atractivos electoralmente. Los hicimos invisibles y los amontonamos en poblaciones apartadas, en campamentos o en centros, son los fantasmas de nuestra sociedad. Chile es otro, y ellos lamentablemente ya no son parte. ¿Por qué creer que la educación superior sea gratuita y universal? Para ellos es una burla, es gobernar sin los pies en la tierra, es tener la cabeza en los pies.
Chile sin campamentos, con dignidad y oportunidades para nuestros niños, un país que erradique la pobreza definitivamente, podrían asimilarse a un relato político potente, que busque una sociedad libre, con oportunidades, justa y meritocrática. El foco debe estar en los niños, lograr que la cuna cada vez pese menos y enfocarnos en la educación inicial, es la mejor forma de equiparar y redistribuir. "A nosotros, a quienes la miseria de los hombres no nos impide vivir, que por lo menos no nos impida pensar", como dice Raymond Aron.







