Lollapalooza en Chile finalmente encontró su molde. Un diseño de cartel con el que podría prolongar su franquicia en nuestro país sin sobresaltos de convocatoria y en fina sintonía con lo que realmente gusta entre el público local. La séptima edición del festival importado de Chicago y que se realiza este fin de semana en el Parque O'Higgins terminó configurando un puzzle que esta vez sí atraerá a público que nunca se sintió identificado con su oferta.

La inclusión de Metallica como un guiño al público metalero y la de Duran Duran intentado capturar la atención del nostálgico de los ochenta, asoman como decisiones editoriales tan virtuosas como la de finalmente contratar a una estrella del pop mundial, en este caso The Weeknd, sumando a la que ya ha ofrecido en otras oportunidades: masiva representación local, Djs de moda y estrellas del indie pop que abundan entre los 61 artistas confirmados.

En el detalle más fino, por ejemplo respecto de los chilenos invitados, también se anota como una decisión afortunada lo de sumar a Villa Cariño como representante de esta "nueva" escena tropical -que sólo anota hitos previos con Chico Trujillo en 2011 y Juana Fe en 2012- y que quizás en el papel podrá no ser muy representativa del público de Lollapalooza, pero que efectivamente sintoniza con el perfil multicultural que siempre quiso encarnar este evento creado por Perry Farrell.

Algo parecido pasa con el hip hop: igual que Ana Tijoux (2011, 2014, 2015), Hordatoj (2014) y Portavoz (2015), esta vez Liricistas, propietarios de uno de los mejores discos chilenos de 2016, tienen la oportunidad de validar sobre esta tarima la presencia de un género que siempre ha enfrentado un dilema particular en este encuentro: cuando son chilenos parecieran ser objeto de cierta resistencia social, cuando son de afuera no existe problema alguno.

Sin embargo, y a pesar de lo virtuoso de la configuración del cartel, en la línea media, entre esos grupos y solistas que animan la jornada previo a los shows estelares, la oferta de 2017 palidece frente a lo visto en otras ediciones con números de interés muy específico y público muy acotado. Quizás tiene que ver con dinamizar el presupuesto: se invierte más en los headliners en desmedro de la línea media. Pero el ideal siempre va a estar en una oferta contundente. Como sea, en el ejercicio de la suma y resta (y la venta previa lo acredita), Lollapalooza Chile nunca estuvo más cerca del paladar local que en esta edición de 2017. Aunque eso sólo se va a poder comprobar una vez que caiga el sol en el Parque O'Higgins.