La foto, ambos de camisa blanca, de Ossandón y Piñera sentados juntos y buscando un acuerdo para sellar el apoyo del caudillo de Puente Alto a la campaña de su antiguo antecesor, será una de las postales de la campaña. Para el misterio quedará si reflexionaron sobre la famosa frase que incluía las palabras "reo" y "lindo".

Si Piñera, como ex jugador de la Bolsa y amante de los números, aceptó dar una voltereta de carácter olímpico en materia de gratuidad y de Ley de Pesca, es porque le asustó el resultado de la comuna de Puente Alto, donde el descontento se fue hacia Beatriz Sánchez y no hacia él, como pensaba. Su escuálido 26% en una comuna que hace años es bastión de la derecha y que se repitió en muchas zonas urbanas, le abrió una repentina fe en la gratuidad. Los votantes de los barrios medios no le creyeron su promesa de crecimiento, y su crítica a las reformas la compartieron castigando al gobierno por la izquierda.

Alejandro Guillier también hizo de lo suyo. En un intento de ganarse a los dirigentes del Frente Amplio, aceptó colocar en su entorno a Fernando Atria, que volvió a vender de manera exitosa la idea de que él es un privilegiado en la relación con los ex dirigentes estudiantiles. Aquí nadie miró mucho los números, pues no repararon en el sencillo hecho de que en el distrito donde el académico iba como candidato, los votantes del Frente Amplio prefirieron al veterano Tomás Hirsch y no a él.

La pregunta que surge es si esta subasta electoral, como llamó Carlos Peña en su columna electoral a toda esta estrategia, rinde frutos para la segunda vuelta. Si así fuera, entonces los electores se comportarían más bien como masas de ganado. Bastaría convencer al pastor y listo.

Toda la evidencia de los resultados electorales y de los estudios que se han hecho sobre la sociedad hacen que dicha creencia sea difícil de sostener. Las personas son mucho más libres en sus adhesiones, y muchas veces se mueven por factores emocionales en vez de lo que diga un líder determinado, aun cuando le crean. Dicho en simple, perfectamente podría haber electores en Puente Alto que votaron por Ossandón y ahora por Beatriz Sánchez.

El clásico libro The Political Brain de Drew Westen que explica cómo se toman las decisiones electorales, plantea que las emociones son el motor fundamental de ellas. Por tanto, la temporada de liquidaciones políticas en que se ha convertido la primera semana de la segunda vuelta no tendría sentido alguno. Si algo hay que aprender del mercado de las telecomunicaciones es que WOM ganó con autenticidad, mientras que los incumbentes del mercado fracasaron pues apostaron a los ofertones.

En el día de hoy, en que muchos jóvenes rinden la PSU, sus padres se preguntarán si podrán financiar sus estudios universitarios. La voltereta de Piñera les parecerá demasiado sospechosa y la desconfianza es una emoción suficiente para espantar a las urnas. Era mejor hablarles directamente y así evitar los pensamientos sobre la letra chica de la nueva oferta.

Por otro lado, también a los votantes del Frente Amplio no les provocará ninguna pasión este amor repentino de Guillier hacia sus líderes. Sus votantes pareciera que eligieron otra manera de hacer política, distinta de la de Tancredi, el personaje de El Gatopardo.

De la misma manera que el antipiñerismo puede convertirse en una emoción profunda, como le pasó a Keiko Fujimori, el antiguillierismo es un riesgo en los votantes de izquierda si su comando insiste en la mimetización con el Frente Amplio.