Un político confundido, un hijo que busca salvar a su padre, mucha ambición, decadencia y frivolidad, son algunos de los ingredientes principales de la trama que salvó a PPK de la vacancia. Como buena historia latinoamericana, el realismo mágico se hace presente, nada es como parece y todo cambia y se mezcla en un proceso largo pero a la vez breve. El Presidente del Perú abrió una cuenta en Estados Unidos para recibir los beneficios de su empresa y luego no se percató que le depositaban ganancias cuando era Ministro. Jamás sostuvo conversaciones con uno de sus más cercanos sobre los negocios que desarrollaba con la principal empresa brasileña inversionista en la región.  No mintió al Congreso, sino que se olvidó de detalles porque tiene casi 80 años. No conoce el arte de la política, a pesar de estar en las más altas esferas del poder peruano por más de dos décadas.  Posiblemente la gran mayoría de peruanos tienen dudas sobre todo lo anterior, las explicaciones fueron débiles y las confusiones crecieron con el tiempo. Pero la vacancia del Presidente ponía en juego mucho más que su persona. En la balanza quedaba la precaria y aún débil democracia, la búsqueda de justicia y la institucionalidad del Estado. Cuando PPK dejó de hablar y aparecieron los Congresistas Fujimoristas vieron sus argumentos debilitarse, sus propuestas desesperadas evidenciaron la angustia del adicto al poder. En silencio fueron miles los que contaban los votos, repasaban las historias de vida de parlamentarios honestos que  a pesar de sus convicciones tendrían que abstenerse, revisaban los intereses detrás de muchos por cerrar cuentas antiguas, clausurar posibles escándalos e incluso conseguir beneficios de corto plazo. Pocos contaron con que del otro lado del salón estaría Kenji, dos veces congresista más votado, hijo dilecto del hasta entonces preso expresidente y político inusual. Lo único que  pidió por muchos años es el indulto presidencial para su padre.

PPK sobrevivió, confundiendo una vez más lo público de lo privado. Lo que estaba en juego no era su fortuna, ni su lugar en la historia, ni su beneficio personal o empresarial. Pero PPK no lo entendió. Así, en un proceso plagado de vicios y sobretodo hiriendo de muerte a los que de una forma u otra le permitieron ser Presidente y luego le entregaron aire evitando la vacancia; indultó al ex Presidente Fujimori.  La "transaca" es obvia, no vacancia a cambio de indulto pero PPK nos mira a los ojos y confirma lo contrario. Nuevamente, muchos no le creen.

Kenji está feliz. Logró ver a su papa libre, no le importa que no sea considerado inocente, lo único que quiere es que no esté preso. Keiko quedó fuera de juego, tardíamente tuvo que incluirse en una fiesta que no preparó y que le puede costar el partido y su futuro presidencial. Alberto aparece en la clínica, contento, pensando en su futuro. Hay algo cierto, a pesar del indulto humanitario nada parece establecer que Fujimori padre esté enfrentando una enfermedad terminal o su estado de deterioro sea potencialmente grave.

PPK sigue confundido, cuando habla de reconciliación posiblemente está pensando en aquella entre los Fujimori, sus asesores, los cuadros políticos que los avalaron, y otros actores. Porque la reconciliación de verdad, la pública, no se logra sin justicia, no se consolida sin reconocimiento de la violencia, y mucho menos se mantiene sin memoria. Memoria eso que ya nos adelantó PPK que no tiene.