Primer plano ya no es lo que era. Antes, hace cinco o seis años atrás, quedarse en la casa un viernes en la noche y sintonizarlo entrañaba la posibilidad de contemplar una sesión de telebasura sin culpa, de historias idiotas contadas con el tono pomposo de las grandes de noticias, pero relatadas un glamour de plaza de pueblo pobre. No es raro el desgaste, el show lleva demasiado tiempo al aire y, con el desmoronamiento de la farándula más trash vino la consiguiente decadencia del programa, cuya pauta empezó a ir a la deriva.

Es fácil saber cuándo se produjo el punto de inflexión: el 2006, en el momento en que García-Huidobro entrevistó a Julio César Rodríguez, su ex pareja, luego de que este fuera sorprendido en Buenos Aires con la modelo Claudia Arnello. Ahí el show, empezó a pisarse la cola. Por lo mismo, que luego se filtrase un video donde los panelistas Julián Elfenbein, Jordi Castell y Pamela Díaz se burlaban de Carolina Julio, otra panelista, solo hipotecó cualquier credibilidad y terminó de convertir al espacio en un reality que nunca quiso definirse como tal, donde el periodismo de espectáculos era sólo la excusa para sacarle jugo a la vida íntima de sus animadores.

De este modo, todo se volvió predecible. A las peleas internas se le sumaron infinitas entrevistas a Anita Alvarado, soporíferas notas nostálgicas sobre el Chavo y cuanto comediante mediocre pisó el Japenning, visitas de cantantes como Pablo Ruiz o Yuri y, sobre todo, la legítima obsesión de Chilevisión de convertir a Francisca García- Huidobro en la mujer fuerte del canal aunque luego, por razones inexplicables, le negase de modo obstinado animar el Festival de Viña. Por momentos, esa decadencia adquirió tintes surreales: por ahí se exhibieron notas tan impresentables como la del indígena amazónico Aroldo Miveca comprando ropa en Santiago o la entrevista en vivo a un señor africano con sus facultades mentales perturbadas y que había adquirido cierta notoriedad al acosar a Tonka Tomicic y Paulo Ramírez.

Esta última temporada, Primer plano trató de resucitar, innovando como no lo había hecho en un buen tiempo. Así, trajo a Julio César Rodríguez a coanimar, buscando establecer cierta tensión sexual con García- Huidobro en pantalla. Mientras, la producción intentaba recuperar cierto glamour con una sección de moda saqueada impunemente del Fashion Police, del canal E!. Funcionó a medias. En vez de proponer cualquier cuita romántica, Rodríguez llenó el programa con un humor chabacano salido del peor café con piernas, algo que terminó por pasarle la cuenta cuando le hizo en pantalla un gesto tan obsceno a su ex pareja, que ella explotó al aire sin remisión alguna. Respecto a la moda: rodeada de expertos en tan inverosímiles como caricaturescos, García-Huidobro trató de convertirse en una Joan Rivers sudaca, algo que se veía forzadísimo, pero que tuvo el suficiente éxito como para que la sección se volviese un programa propio.

Poco queda del show que alguna vez colonizó el prime de los viernes con su trash imborrable. Igual que a Tolerancia Cero, lo único que le queda es una inercia que no permite que se acabe o evolucione. Porque Primer plano ya no es divertido ni golpea como antes, ni expone tongos que se presentan como muestras de las peores miserias humanas. Antes era confiable porque su glamour era trucho y calzaba perfecto en un pastiche que apenas se tomaba en serio y cuyo riesgo quizás descansaba en traer invitados hambrientos de fama para ser entrevistados por animadores o panelistas que no tenían mucho que perder. Eso dotaba al programa de cierta libertad caótica que le permitía volverse ridículo o extremo sin demasiado cálculo. En esa época, Chilevisión era un canal pequeño y no quería ninguna clase de respetabilidad. Esos días el periodismo de farándula era capaz de perpetrar a la vez los crímenes más miserables como si fuera la mejor de las ficciones. En ese territorio pantanoso, Primer plano definía cierta agenda. Hoy ya no queda nada de eso. El show es una caricatura de una caricatura, acaso una sombra que nos recuerda que alguna vez la farándula fue tan idiota como sorpresiva, tan divertida como atroz.