En estos días, concita más interés hablar de la segunda vuelta, pero el resultado de la primera es igualmente relevante porque permite proyectar lo que sucederá en el balotaje y en la configuración del sistema político chileno posbinominal.
En segunda vuelta, según la experiencia internacional comparada, la posibilidad de revertir un resultado adverso se correlaciona con una distancia entre la primera y la segunda mayoría no muy por encima del 10% y donde el más votado no cruce el umbral del 40%. En 2009 (Piñera versus Frei Ruiz-Tagle), no fue posible revertir una diferencia de cerca de 15 puntos (44% versus 29,6%), aunque quedó flotando en el aire que el 2% de diferencia final pudo modificarse. Casi no hay precedentes de cambio de tendencia en segunda vuelta donde la primera mayoría cruza el 40% y la diferencia es de 20 puntos, aunque para los más optimistas existen unas contadísimas excepciones. Habrá que observar, la noche del 19 de noviembre, si Piñera cruzó la barrera del 40% y cuál es la distancia que lo separa de quien llegue en segundo lugar. Una diferencia más cercana al 10% que al 20% es decisiva para considerar la posibilidad de una segunda vuelta verdaderamente competitiva.
En un plano más político, la primera vuelta también es relevante. Será de interés conocer la votación de J.A. Kast por su posicionamiento ultramontano y su identificación, sin ambigüedades, con el legado de la dictadura. No es menor saber cuánto pesa esta posición en nuestro país.
Otro resultado a observar es el de la DC. Cuesta imaginar uno tan magro como el que adelantan las encuestas, teniendo, además, una buena carta presidencial. Un resultado bajo el 10%, sumado a un retroceso parlamentario, puede ser indicador no solo de una declinación electoral, sino de que el centro político chileno ha comenzado a mutar desde una identidad socialcristiana a una más liberal.
Por su parte, el Frente Amplio tendrá que luchar contra las expectativas que construyeron las encuestas. Hay un mundo de diferencia entre estar compitiendo por pasar a segunda vuelta y no alcanzar los dos dígitos (última CEP). Sobre su orientación futura habrá que ver qué sectores internos obtienen mejores resultados. Como sea, su principal desafío estará en decidir si ser o no una fuerza incidente en segunda vuelta. En la "izquierda histórica", los votos obtenidos por su abanderado presidencial y la distancia con el candidato de la derecha serán decisivos para saber si es razonable esperar un vuelco en los resultados. También será de interés el pulso senatorial entre el PS y el PPD, y la correlación de fuerzas entre la izquierda histórica y la emergente.
En definitiva, si bien la próxima elección presidencial se resolverá en segunda vuelta, lo que suceda en la primera vuelta comenzará a dibujar tanto el desenlace de la presidencial como el sistema político chileno de las próximas décadas.







