Estamos en el mes de la Solidaridad, y el pasado domingo 18 celebramos un nuevo aniversario de la muerte de San Alberto Hurtado. Ese jesuita que nos cuestionó el Chile que estábamos construyendo, que se atrevió a preguntar si vivíamos realmente las enseñanzas del Evangelio en una sociedad que se declaraba mayormente católica. Fue crítico en sus palabras. Sin embargo, siempre fue claro en su mensaje: la alegría del mensaje de Jesucristo. Nos invitó a regalar una sonrisa a quien no la puede dar, a estar contentos, Señor, contentos. Quise reflexionar sobre qué nos preguntaría el Padre Hurtado y por qué estaría contento.
Chile ha avanzado mucho en los últimos 25 años. Sin embargo, es más frecuente escuchar críticas y descontento, que orgullo por el camino que como chilenos hemos recorrido. Hay dirigentes políticos y sociales, analistas y/o académicos que cuestionan lo avanzado y promueven partir de cero. Bajo la premisa de que interpretan a la mayoría de los ciudadanos, proponen cambiar completamente el sistema sobre el que nuestro país está construido. Los 140 caracteres de Twitter han colaborado en que finalmente esa conversación no sea más que posiciones polarizadas, breves y precisos puñetazos digitales.
Pareciera quebrarse con este escaso diálogo una característica del éxito de las políticas públicas de Chile: éstas se han construido en los últimos 30 años perfeccionando las existentes, sin ser disruptivas (con algunas lamentables excepciones), sino que con una mejora continua, midiendo el avance con datos e incorporando nueva evidencia, dialogando, construyendo consensos y siempre con una especial prioridad en los más vulnerables.
Creo que hoy el Padre Hurtado volvería a insistir con la misma fuerza para que trabajáramos en un país más justo, pero de una forma propositiva, que reconoce tanto los avances, como lo mucho que queda por hacer y seguir avanzando con todos en ello.
El Padre Hurtado hoy estaría contento con los avances en desarrollo humano. En 1944, año en que fundó el Hogar de Cristo, en Chile morían 294 de cada mil nacidos vivos antes de los 5 años. ¡Casi uno de cada tres! En 1980 aún fallecían cerca de 40 y hoy sólo mueren 8 de cada mil nacidos vivos. Nuestra esperanza de vida en 1944 era de 45 años. Hoy ya es más de 80 años, solo superados por Canadá en todo América. Hace tan solo 25 años, nuestro Índice de Desarrollo Humano estaba por debajo de Argentina y Uruguay. Hoy los hemos superado, liderando la región latinoamericana. Todo esto se puede explorar de manera interactiva en Gapminder.org.
También el Padre Hurtado estaría orgulloso porque hoy en educación escolar, no sólo tenemos la mejor cobertura educativa de Latinoamérica, también somos líderes en resultados en lenguaje y ciencias, y fuimos el segundo país que más avanzó en el mundo entre 2000 y 2009, según el test internacional PISA de la OECD que mide las competencias de estudiantes de 15 años en lectura, matemáticas y ciencia. Aunque aún estamos muy abajo entre los países desarrollados.
Sin embargo, creo también que estaría motivando con fuerza a los jóvenes para que se las jugaran a ser profesores, tal como él lo fue como sacerdote y abogado, porque dar una educación de calidad a todos los niños de Chile es el desafío más grande que tenemos y nos convoca a todos como sociedad.
Creo que el Padre Hurtado celebraría al saber que en el ranking de Inclusión Social del Consejo de las Américas, en el que además de los indicadores clásicos de desarrollo, se incorporan derechos civiles y políticos, derechos de la mujer y minorías LBGT, nivel de participación de la sociedad civil e inclusión financiera ocupamos el segundo lugar de la región. Estoy seguro que también estaría contento en ver que la misma fuente muestra que somos lejos el país menos violento de la región, con 3,2 homicidios por cada 100.000 habitantes, incluso menos que el pacífico Costa Rica con 11,3.
Pero creo también que el Padre Hurtado estaría luchando por terminar con la discriminación de todo tipo, por capacidades diferentes, etnia, estudios, orientación sexual, nacionalidad, estado matrimonial, barrio y cuantas más que hemos inventado, y de avanzar también con una Iglesia más abierta y sencilla. Nos haría ver que todo este avance de Chile es digno de ser compartido con otros, y que abramos nuestro país de manera generosa a los migrantes que llegan aquí en busca de un mejor futuro. Estaría abogando también por un verdadero encuentro con nuestros pueblos indígenas, pero no desde la confrontación, sino desde el reconocimiento y respeto mutuo de que al fin y al cabo somos todos parte de un mismo país.
El Padre Hurtado hoy nos estaría convocando a recuperar la capacidad de dialogar y reflexionar, de construir consenso para no excluir a nadie y así avanzar con todos al desarrollo. Y no me cabe duda que San Alberto Hurtado estaría recordándonos que para poder superar los desafíos actuales y los nuevos que siempre vendrán, lo más importante es enfrentarlos "contento, Señor, contento."