Es un hecho conocido que la fuerte desaceleración que sufrió el crecimiento económico a partir de 2014 fue impulsada por la abrupta caída en la inversión que le precedió. Desde entonces, la inversión no ha levantado cabeza y ha mostrado registros negativos, incluidos los proyectados para este año, aparejados a reducidas tasas de crecimiento del PIB de entre 1,5% y 2% anual. Adicionalmente, la propia caída de la inversión arrastra una disminución en el crecimiento del PIB potencial, porque el stock de capital decrece, a lo que se une a un aporte también negativo de la productividad total en los últimos tres años. La reducción de la inversión - se estima que la razón inversión a PIB caerá hasta X% en 2017, después de haber alcanzado Y% en 2013 - se explicó (y se explica) por la caída en picada de la inversión minera luego de una baja considerable en el precio del cobre y por un enrarecido e incierto clima de negocios asociado a las reformas del gobierno actual (tributaria y laboral, principalmente) y a una gestión más hostil del Estado hacia la iniciativa privada en supuesta defensa de los derechos de diversos grupos de interés.
Sin embargo, recientemente está germinando un cambio de escenario respecto de ambas causales de la caída de la inversión. En primer lugar, el precio del cobre ha crecido más de 30% en un año y las perspectivas de que se mantenga sobre US$ 3 la libra son auspiciosas. Y segundo, existe la expectativa generalizada de que el próximo gobierno será liderado por Sebastián Piñera, quien promete la aplicación de un programa con un foco importante-no el único claro- en el crecimiento económico, lo que conlleva una preocupación especial por la inversión a partir de una gestión del Estado amistosa con el emprendimiento a todo nivel.
Lo anterior se ha manifestado en un mayor optimismo (menor pesimismo, en rigor) registrado en los indicadores de confianza de empresarios y consumidores, así como en la manera en que están viendo las perspectivas económicas los chilenos para sí mismos y para el país, según lo consigna la reciente encuesta CEP. En efecto, la expectativa de la gente de que la situación del país mejorará en los próximos 12 meses aumentó de 14% en agosto del año pasado a 30% en octubre último. Y de 31% a 40% en el caso de la situación personal.
El cambio de escenario en gestación aún no se concreta en la recuperación de la inversión, al menos con la información conocida a la fecha. El catastro de proyectos de la CBC al primer semestre mostraba una disminución en los proyectos conocidos para el quinquenio 2017-2022, llegando a apenas un tercio de similar indicador para el segundo semestre de 2013. Los proyectos ingresados a trámite en el SEIA eran al tercer trimestre de este año 19% inferiores al mismo período de 2016, en tanto la inversión en construcción ha caído en los tres primeros trimestres de este año. No obstante, la inversión en maquinaria y equipos muestra una tendencia al alza desde fines del año pasado y ha mostrado ya tres trimestres consecutivos con cifras positivas. También es destacable que la inversión ejecutada en concesiones muestra un alza (modesta, pero alza al fin) en los dos últimos años.
¿Qué podría estar frenando una recuperación más visible de la inversión? Es claro que hay un tema de "timing": este moderado optimismo en ciernes en bien reciente. Y aún no se sabe con 100% de certeza que Piñera será elegido presidente. De hecho, el reciente Informe de Percepciones de Negocios del Banco Central, que se hace a partir de cientos de entrevistas a empresarios de todo el país, muestra que éstos están a la expectativa del resultado electoral y varios revelan una actitud de esperar y ver antes de lanzarse con nuevos proyectos de inversión. Y también existe un grado de incertidumbre respecto de la facilidad o dificultad que observará el eventual gobierno de Piñera para llevar a cabo su programa. Ciertamente, ayudaría en el corto plazo que la nueva administración agilice de entrada el trámite de cientos de proyectos trabados por razones burocráticas y judiciales.







