Travis Kalanick dejó sus estudios de ingeniería en UCLA para formar su propia compañía. Su primera empresa terminó en la bancarrota, pero su segunda resultó en una de las más exitosas de la historia. Esta última, realiza más de tres millones de viajes diarios y está presente en más de 60 países, alcanzando un valor de mercado que supera los US$ 60 billones. Su empresa, no sólo revolucionó la industria del transporte público en el mundo, sino que creo el concepto UBER, que se está aplicando a múltiples industrias.
La historia indica que la industria de taxis tenía un conjunto de problemas, que hicieron necesaria su regulación. Se tuvo que controlar su tarifa, ya que era imposible, para un pasajero, saber si lo que le estaban cobrando era un precio justo. Tampoco sabía las condiciones técnicas del vehículo ni las competencias del chofer, lo que hizo necesario crear un permiso para convertir un auto en taxi, pintarlo de un determinado color para facilitar su identificación, y requerir una licencia especial a los conductores. Incluso, en algún momento, la autoridad decidió limitar su cantidad, restringiendo el número de permisos entregados.
UBER fue la respuesta del mercado a todos esos problemas, poniendo la tecnológia al servicio de los consumidores. Ya no se necesita regular la tarifa, porque se conoce antes de tomar el servicio, y existe competencia con otras compañías similares. Ya no se requieren vehículos pintados o permisos especiales, basta con ver las calificaciones de los choferes en el sistema. No hay que ir a una comisaría para estampar un reclamo por un mal servicio, sólo se necesita escribir un mail. Ya no se tiene que regular la cantidad, el sistema maneja toda la información de tráfico de pasajeros y capacidad ociosa, ajustando las tarifas hasta que se equilibre el mercado. Ya no existirá un exceso de taxis generando atochamientos en las grandes avenidas, porque los choferes ven la demanda por servicio en una pantalla, y no recorriendo las calles.
La empresa de Kalanick se ha transformado en una oportunidad de repotenciar el transporte público y contribuir a solucionar los problemas de tráfico en la cuidad. Sin embargo, sorprendió la respuesta de la autoridad, imponiendo prohibiciones, multas y amenazando con el retiro de vehículos. El regulador ha cambiado de rol y, en vez de velar por los consumidores-característica fundamental de la regulación-, decide proteger a la propia industria.
Si queremos fomentar la innovación y el desarrollo tecnológico, tenemos que promover sus nuevos usos. Uber no sólo es bueno para los consumidores, sino que también permite a la gente rentabilizar su inversión automotriz y destinar parte de su tiempo a trabajar en forma flexible. Por esto, de la autoridad se esperaría una respuesta más inteligente y acorde con los nuevos tiempos, a modo de permitir que los chilenos consigamos transporte público a través de nuestro teléfono cuando estemos en calles alejadas o no tengamos efectivo -se acepta pago electrónico-, elijamos el tipo de vehículo que nos resulte más cómodo y que, finalmente, podamos olvidarnos de nuestro auto.