La moral de Romeo Santos es sencilla: complacer a toda costa gastando lo necesario, y así cosechar el delirio femenino y también de unos cuantos hombres que lo ven como un envidiable gozador. Por eso, por ejemplo, en un mismo tema puede tomar en brazos un bebé y besarlo -gesto de ternura-, para luego mover el trasero en círculos -señal lasciva inequívoca-, sin que nada parezca fuera de contexto. El premio redunda en un chillido taladrante como reacción, para quien se presenta como un rey, con una escenografía digna de discoteca del litoral central imitando el ambiente de un castillo del medioevo, incluyendo un micrófono dorado y una aparatosa copa para brindar por el mejor público del mundo, como definió a la Quinta Vergara. Cuando esos son los límites, cabe ponerse de rodillas, lanzar frases de película softcore adaptadas al terreno musical como pedirle a un músico que le hiciera el amor a su guitarra, o insistir si las mujeres presentes están "preparadas para lo que sea".

Romeo no tiene límites para seducir y entretener con recursos eróticos, y por lo mismo terminó ofreciendo el show más vibrante en un festival más bien lánguido y sobrecontrolado, recuperando la locura que ya no puede timbrar siquiera Ricardo Arjona, ni pálidos sucedáneos como Luis Fonsi y Alejandro Fernández.

Sin ser un intérprete vocal de mayor categoría con ese timbre agudo y afectado que practica (el chiste de ayer en redes sociales era su supuesta adicción al helio), el Romeo Santos 2015 ofrece más variables que en los días junto a Aventura y sus primeros pasos solistas. Ya no sólo se sostiene en la popular bachata, sino en una serie de ritmos urbanos latinos que amplían su paleta habitualmente monótona en el terreno de las canciones. Poco importan las lecturas clasistas y las descalificaciones por su rotunda masividad. Romeo Santos es el mayor fenómeno de la música en español de hoy porque ofrece espectáculo en todo momento, y canturrea fantasías amatorias que no están muy lejos de las pasiones que despierta la adaptación cinematográfica de 50 sombras de Grey. Aquí el tema no es la categoría del brebaje sino el efecto embriagante, que trajo de vuelta la emoción a una fiesta veraniega que estaba algo dormida.