Recién ha terminado el discurso de rendición de cuenta presidencial, el último de la Presidenta Michelle Bachelet. Un discurso que dibujó claramente el ánimo con el que la Presidenta enfrentará sus últimos meses, la defensa de lo hecho. Siguiendo la línea de su tweet de que valía la pena haber vuelto a Chile.
La larga enumeración de logros que el gobierno espera le sean reconocidos, y a los que la Presidenta le ha dedicado su discurso, obviando una dura realidad para su gobierno el que la mayoría de sus reformas son rechazadas por la mayoría de los chilenos. Y este dato sustantivo significa que la comunicación y credibilidad del gobierno requería de al menos una señal de empatía, de conexión con ese malestar ciudadano que enfrenta su actual gestión, la ausencia de este mínimo gesto de mea culpa imposibilita la recuperación del diálogo y valoración de lo que ella espera sea el juicio sobre este su segundo mandato.
¿A quien le habló la Mandataria?, ¿cuál es la audiencia a la que dirigió su última Cuenta Pública? Podría buscar reencontrarse con la mayoría o convencida de los costos personales y políticos que le han implicado este segundo mandato, que termina en las antípodas del primero, con niveles de rechazo histórico.
El atrincherarse en convencer a los propios, el refugiarse en convencer a los simpatizantes del gobierno de la Nueva Mayoría que lo han hecho bien, es una decisión estratégica de cómo orienta de terminar su gobierno. El problema de esta estrategia es que en sus trincheras quedan pocos soldados, y la división de las fuerzas en diferentes candidaturas como Goic, Guillier y hasta Sánchez hace difícil que en forma coordinada se activen como coro de defensa de lo hecho, y de que este ha sido un buen gobierno. Nada de esto ha ocurrido en las semanas anteriores donde los hemos escuchado hacer todo lo contrario, marcar diferencias y tomar distancia de la Presidenta Bachelet y de sus reformas. Ya sea por ser insuficientes, por estar mal enfocadas o por reparos en su implementación, la verdad es que este gobierno no tiene un sucesor, y eso habla mucho de la verdadera evaluación que sean sus propios partidos acerca de lo que fue este experimento de la Nueva Mayoría.
Un discurso final de reinvindicacin de lo hecho, pero en el que abundaron las promesas, nada al parecer queda de ese llamado a la responsabilidad fiscal del año pasado, liderado por el ministro Valdes. Aquí se apunto a promesas llamativas en cuanto representan a necesidades de la comunidad, pero que representan una importante cantidad de recursos los mismos que han escaseado en estos años, y de los que no se explica cómo se financiarán. Es extraño que sea un gobierno que se va el que ponga el énfasis en promesas que solo podrá cumplir el que viene.
Sin mirar la proyección tampoco, la Presidenta no se hace cargo de la proyección. Ni una mención a los candidatos que tendrían que buscar la proyección, tampoco a plantear la necesidad de mantener las reformas y profundizarlas. Incluso en la arenga final les carga la obligación a otros sin asumir que en la división está también su responsabilidad como mandataria. El legado de Bachelet, el que dibuja su discurso final es solo para ella. Como reconociendo que sola se ha sentido en este segundo mandato.
Así se empieza a escribir el final de un gobierno complejo, que provocó altas expectativas y cuya capacidad de gestión no estuvo a la altura. Sin mea culpa no reflexión, la Presidenta ha preferido irse en la seguridad de la trinchera, renunció a conectarse con la mayoría de los chilenos que la sigue mirando con distancia, ni un guiño o señal para esa mayoría decepcionada solo un mensaje para los incondicionales, de busca de esos aplausos que han sido tan escasos, sobretodo hacia el final en que se ha quedado sin audiencia.







