Sergio Castillo (1925-2010), uno de los escultores más importantes de nuestra historia, usó trescientas barras de fierro pintado rojo y puntas de acero inoxidable para representar en una obra, de varios metros de alto y de ancho, la situación política de Chile a fines de los años ochenta. La iba a bautizar "Tensión", pero le sugirieron que el nombre podría traerle problemas. Entonces, terminó llamándose "Erupción". Una metáfora precisa -aunque menos evidente- para un país a punto de estallar.
Castillo trabajó sin descanso en su taller de Madrid, hasta que dio por terminada esta belleza de tres toneladas, la que llegó a Chile desarmada en decenas, partes y a bordo de un container. Desde 1988 está en el Parque de las Esculturas de Providencia y, posiblemente, es una de las más reconocibles de ese apacible lugar y es considerada una de las mejores esculturas públicas del país. De hecho, así lo confirmó una reciente votación realizada por siete directores de museos.
Hasta hace poco más de dos años, es decir, hasta que asumió la nueva administración municipal de Providencia, tanto esta obra como otras joyas escultóricas de Marta Colvin, Juan Egenau, Carlos Ortúzar o Samuel Román, por nombrar algunas de las que se despliegan al borde del río Mapocho, se encontraban en perfecto estado. Lamentablemente, las cosas han cambiado. "En días pasados tomamos conocimiento del estado de abandono y deterioro en que se encuentra la escultura "Erupción" de Sergio Castillo, emplazada en el Parque de las Esculturas de Providencia, obra por demás de gran relevancia para la cultura nacional. Inmediatamente nos apersonamos en el parque y mayor fue nuestra sorpresa, al percatarnos del estado de abandono que presentan todas las esculturas en ese recinto, muchas de ellas, como la de Sergio Castillo, tan dañadas al punto que afectan la integridad de la obra", le escribió a fines de febrero la directora ejecutiva de CreaImagen, una organización que gestiona los derechos de los artistas plásticos chilenos y del extranjero a la alcaldesa Josefa Errázuriz.
En la carta, los representantes de la viuda de Castillo, agregan que "Erupción, no sólo presenta ralladuras y grafitis, sino que además, la polución acumulada por tanto tiempo sin mantención, ha dañado la pintura y también se han perdido partes importantes de la obra, que ha devenido en oxidación y deterioro de la misma". Además, agregan, la placa con el nombre y título de la obra apenas se lee.
Lapidario. Triste. Tan real como sintomático del descuido hacia nuestro patrimonio cultural. Pero más vergonzoso aún en una comuna rica, con una autoridad progresista y con algunos de sus concejales preparados en temas referentes a arquitectura y urbanismo. Ni siquiera tenían que inventar algo o buscar la cuadratura de círculo. Bastaba con hacer lo que siempre se había hecho: por ejemplo, algo tan básico como regar las esculturas diariamente para que el agua evitara el desgaste que produce la polución. O limpiar los rayados. Pero no. No se hace. Y el resultado es que este lujo de parque ubicado en pleno corazón de la ciudad, en el cual se pueden ver y tocar obras de los mejores escultores de Chile -algo que ya se lo quisieran tantas ciudades del mundo- se está cayendo a pedazos. ¿Será por negligencia? ¿Por desconocimiento? ¿Por problemas de gestión? ¿Por insensibilidad?
El siguiente dato puede ser revelador. La Sociedad de Escultores de Chile pidió en reiteradas ocasiones una reunión con la alcaldesa de Providencia por el estado de las esculturas del parque, "y nunca nos dio ninguna respuesta, es más, nunca contestó nuestros mails, ni cartas, ni llamados, ni nos recibió", explica Laura Quezada, presidenta de esta asociación. Sin duda, un lamentable ejemplo de desprecio a nuestra riqueza cultural, a nuestra identidad y a nuestros artistas. Por favor, que estas líneas sonrojen a alguien.