Ah, los 90: las Spice girls, Britney Spears en uniforme, los Cds, Friends, Seinfeld. Grandes momentos de cultura pop que vivimos. En el apartado de ciencia ficción, una serie levantó el escepticismo y teoría de conspiración por nueve temporadas, mientras que creaba una de las duplas más atractivas de la pantalla chica: Mulder (David Duchovny), el detective que quiere creer en extraterrestres y lo sobrenatural, y Scully (Gillian Anderson), la doctora que lo aterriza.

En el ataque de nostalgia que hoy inunda a la TV -se viene 3x3, Gilmore Girls, más-, Chris Carter decidió jugar nuevamente con el corazón de los fanáticos acérrimos de la historia, que ya soportaron dos películas poco convincentes en los 2000. Esos fans que fueron nerds antes de que ser nerd estuviera de moda, y que hicieron que el primer capítulo de la nueva miniserie de seis episodios (lunes a las 23 horas por FOX, y en FoxPlay), fuera un hit de rating. Pero la duda que queda, tras la emoción de ver a los chicos de regreso, es si valió la pena.

Aunque Mulder siga siendo terriblemente sexy, sus diatribas conspiracionales aguantan menos (¿o es que sus monólogos siempre fueron malos?). Scully sólo mejora con el tiempo, pero le dan poco con lo que trabajar. Los nuevos capítulos sólo pueden ser disfrutados por seguidores apasionados, ciegos ante la debilidad de la historia. El regreso de X files no está al nivel de la TV de hoy. En un momento de los primeros episodios, de hecho, Mulder llega a la conclusión de que todo lo que vivieron antes, en toda esa inversión de horas del espectador, está equivocado. Si usted es capaz de no sacarse los zapatos y arrojarlos con ira incontrolable a la pantalla, bueno, disfrutará el resto de la historia.

El tiempo ha pasado para nuestros agente del FBI, sabemos que tuvieron un hijo, no sabemos dónde está y entendemos que ya no están juntos. El hilo conductor es una conspiración: hay aliens, pero no son ellos quienes abducen a mujeres y les implantan bebés mutados de genética, sino hombres. Los personajes satelitales, como el hombre que fuma, también regresan, y aunque su aparición saca sonrisas, y hay una especie de simpática conciencia de la locura, la sensación final es la misma tras una noche de reencuentro con el ex: sí, puede que al principio sea apasionante, quizás roza lo satisfactorio, pero la mañana siguiente es una llena de vergüenzas, escabullidas y la sensación de que todo estaba mejor antes, con el pasado en su lugar.