Uno de los datos más curiosos de la encuesta CEP es la percepción de las personas sobre quien va a ganar la próxima elección presidencial. Con respecto a la medición anterior dio un salto de 11 puntos, y ahora casi un 56% de los encuestados está convencido de que la elección está lista a favor de Piñera. Este valor es muy superior a la intención de voto de la derecha.

Si en algo ha tenido éxito el entorno de Guillier y el propio candidato es la instalación de la derrota. El símbolo de esto es el autogol de Vidal (Francisco, esta vez) quien, como vocero informal del Segundo Piso de la Moneda, en una entrevista en el Mercurio vaticinó el triunfo de Piñera. Hay más preocupación de buscar culpables de la derrota que dar la pelea con el ex presidente y arrinconarlo en la derecha. Al igual que en el cuento de Philip K. Dick, los responsables del pre crimen de haber hecho perder a Guillier son el BancoEstado, el gobierno, el vespertino La Segunda y todos los periodistas que cubren política.

Nada desanima más que una contienda que parece perdida. El derrotismo genera incentivos en las conductas que terminan influyendo en la misma elección. Los partidos prefieren centrarse en la elección parlamentaria, para así consolidar bloques de influencia relevante, los votantes fieles prefieren no dedicar tiempo a hacer campaña y disminuyen el proselitismo en sus círculos. Quienes tengan interés de donar dinero, prefieren concentrarse en las elecciones parlamentarias.

Por otro lado, si los funcionarios de gobierno tienen la certeza de que el candidato de la continuidad va a salir derrotado, dedicarán su tiempo libre no a hacer campañas, sino a actualizar su LinkedIn. A diferencia de otros países, los funcionarios de centroizquierda tienen problemas serios para reubicarse en el sector privado y la derrota en las recientes elecciones municipales deja menos espacio aún para muchos cuya experiencia principal es la administración del Estado.

Y más grave aún, la sensación de derrota echa a perder el comportamiento organizacional de los propios equipos de campaña. Bien lo sabe la ex retadora presidencial Evelyn Matthei a quien nada le resultaba en su campaña contra la máquina demoledora que representaba el comando de Michelle Bachelet en el año 2013.

Los números de la CEP dejan claro que la elección tiene una ventaja hacia Piñera, pero no es definitiva en modo alguno. Hay varias razones de ello. La primera es que no logra sobrepasar la barrera del 40% ni en primera ni en segunda vuelta, por tanto depende de la poca participación de sus opositores para ganar. La sensación de derrota que se instala desde el oficialismo es el mejor aliado de Chile Vamos, pues hará quedarse en la casa a muchos durmiendo la siesta, como le pasó a la derecha en la elección pasada.

Además de ello la nueva pasión conservadora que tiene la derecha les puede jugar una mala pasada en segunda vuelta. Su constante discurso de terminar con las reformas y en especial aquellas que implican derechos de las personas puede movilizar en las urnas a muchos que no querrán ver retroceder la gratuidad universitaria, o la interrupción del embarazo en circunstancias extremas, por ejemplo. Si, además de ello, la centroizquierda recupera su histórico respeto por el crecimiento económico, la pelea se viene dura.

El derrotismo tiene riesgos peores. Puede llevar a que el entusiasmo de Beatriz Sánchez sea más atractivo para los electores que la siesta y la búsqueda de culpables.