HACE UNA semana el bachiller en economía de la prestigiosa Wharton School, hombre de negocios y animador de la televisión, Donald J. Trump, asumió la presidencia de los EE.UU. En un país profundamente dividido políticamente, Trump ganó la elección en base a un programa que es calificado como populista, nacionalista y proteccionista. Su lema es volver a hacer a los EE.UU. grande. ¿Es coherente dicho objetivo con las políticas que propicia? ¿Podrá -considerando la división de poderes en EE.UU.- implementar su programa? ¿Cómo afectarán a nuestra economía las políticas que propicia Trump?
La división política en los EE.UU. está relacionada con la globalización y el progreso tecnológico. La liberalización comercial trajo enormes beneficios, no solo para los EE.UU., su gran impulsor, sino también para el resto del mundo. Ahí están las miles de millones de personas que en las últimas décadas han salido de la pobreza, especialmente en Asia y América Latina.
En EE.UU. los beneficios del correspondiente progreso se han distribuido desigualmente. Por un lado están los trabajadores asalariados, que en la práctica han visto congelados sus ingresos reales desde que países como China y la India entraran agresivamente a los mercados internacionales y la inmigración a EE.UU. se masificara. En cambio, el resto de la población -especialmente aquella con altos niveles de educación- se ha enriquecido conspicuamente. Trump supo captar el descontento de los primeros y levantar consignas para ilusionarlos.
Las políticas económicas que propone Trump son simples: ponerle un atajo a la inmigración, proteger la producción nacional de la competencia externa, desregular parcialmente, y reducir los niveles de las tasas de tributación. Algunas de esas medidas son positivas y en buena medida las puede adoptar por medio de órdenes ejecutivas. Destacan entre éstas aquellas que reducen los excesos de regulación. En cambio otras -como el proteccionismo- son nefastas y arriesgan una guerra comercial de consecuencias impredecibles. Éstas afortunadamente requieren de aprobación parlamentaria.
Lo que más llama la atención es la manera de actuar de Trump, que se encuentra realizando un verdadero blitzkrieg. Es brutalmente directo y ha utilizado los medios de comunicación social y las órdenes ejecutivas para de inmediato implementar una buena proporción de sus promesas: la construcción de otra parte del muro separador con México, la amenaza de aranceles de importación en el caso de las automotrices, el permiso para seguir construyendo dos oleoductos, etc.
En resumen, las políticas que propone Trump para hacer a los EE.UU. grande de nuevo son técnicamente de dulce y de agraz. El resultado final dependerá crucialmente de cuáles de estas medidas pueda llegar a implementar, considerando las restricciones institucionales que deberá enfrentar. Por el momento los mercados parecieran estar más bien optimistas, especialmente en relación a sus efectos netos en los EE.UU. y sobre los países emergentes, entre ellos Chile.