Lo que viene será difícil y exigente, y para que su administración tenga éxitoes necesario que Michelle Bachelet cuente con un gabinete de primer nivel.

Para Michelle Bachelet, lo verdaderamente difícil empezará la noche del 15 de diciembre, cuando se desaten las presiones por puestos en el gabinete. Las demandas vendrán de todos lados: de amigos de infancias, de compañeros de universidad, de camaradas en el exilio, de senadores derrotados, de ex ministros que durante cuatro años han añorado el poder, de financistas de la campaña, de iluminados, de supuestas lumbreras, de profesores esotéricos que retornan del extranjero y de muchos otros.

Lo que viene será difícil y exigente, y para que su administración tenga éxito es necesario que Michelle Bachelet cuente con un gabinete de primer nivel, un gabinete comprometido con mover al país hacia la modernidad, la inclusión, la tolerancia y la dignidad; un gabinete que entienda que es posible transformar a Chile en una sociedad más justa y con menor desigualdad, sin poner en peligro ni renegar de los increíbles logros de los últimos 24 años.

Dicen que los candidatos triunfadores odian ser pauteados con respecto al gabinete. En más de una ocasión, se comenta, un nombramiento seguro se desmoronó y terminó en la nada porque el nombre en cuestión se había comentado en la prensa. Pero a pesar de eso y aun a riesgo de "quemar" ciertos nombres, aquí va una propuesta sobre algunos de los puestos claves (pero no todos) para la próxima administración.

El ministro del Interior es el jefe del gabinete. Eso todo el mundo lo sabe o debiera saberlo. Debe tener estatura, experiencia, llegada en el Parlamento, facilidad de comunicación y mucha cintura política. Durante su primera presidencia, Michelle Bachelet tuvo dos muy malas experiencias en esta cartera -Andrés Zaldívar y Belisario Velasco- y no puede darse el lujo de repetir esos chascos. Mi nombre para esta posición es Ricardo Solari. Simpático, hábil, leal hasta lo imposible, inteligente como el que más, gran analista político, con amigos en todas partes y sin otra ambición que la de servir a su patria.

Educación será un ministerio clave. Y no sólo porque su reforma es la piedra angular del programa de Bachelet, sino porque los dirigentes estudiantiles ya anunciaron un año de movilizaciones, protestas y demandas varias. Aquí se necesita alguien que haya pensado sobre el sector por un largo tiempo y desde una perspectiva amplia; alguien que entienda que los países modernos tienen educación pública de calidad, alguien que comprenda que esa calidad no se logra con burocracias, superintendencias o reglamentos, sino que por medio de reformas a los contenidos y currículos. Aquí mi nombre es Carlos Peña. Un hombre valiente y de una pluma exquisita, Peña entiende la diferencia crucial entre el ámbito de "lo público" y las instituciones de propiedad del Estado. El que sea rector de una de las mejores universidades privadas también es positivo. Conoce a la bestia por dentro y sabe que "otra cosa es con guitarra". Nadie le va a contar cuentos.

En Chile, todo intento de gobernar al margen de los partidos políticos ha fracasado. Si la próxima administración va a ser exitosa tiene que tener excelentes relaciones con el Congreso y los partidos ahí representados. Esto, claro, es más fácil decirlo que hacerlo: el Parlamento está repleto de primas donnas, de aspirantes a caciques y de personas de piel sensible que se ofenden con facilidad. El ministro secretario de la Presidencia debe ser el gran seductor. Debe invitar a los legisladores a tomar el té, a jugar dominós, a fines de semana en la playa y al cine. Debe persuadirlos de que apoyen las iniciativas del Ejecutivo. Pero además, debe ser un gran conocedor de cómo funciona el aparato del Estado. Este es un puesto pintado para Alberto Arenas. Un hombre leal y comedido, con experiencia de números y con una mente analítica. Pero más importante que eso, alguien que conoce como nadie el programa de gobierno y que sabrá priorizar los esfuerzos legislativos.

Relaciones Exteriores es siempre una cartera importante y durante los próximos cuatro años lo será aún más. La resolución de La Haya, sea cual sea, habrá que digerirla. Los conflictos con Bolivia continuarán, y habrá que saber llevar esa tallarinata de acuerdos regionales que a veces parecen destinados a producir indigestión. Además, el puesto en el Consejo de Seguridad requiere de atención especial y de constante monitoreo. Aquí mi nombre es Ximena Rincón. Inteligente, articulada y valiente. Una mujer comprometida con modernizar el país y que en ese afán no ha tenido temores en enfrentar al ala conservadora de su partido. Más de alguien dirá que está en el Senado. La respuesta a eso es simple: Ximena Rincón renuncia a su escaño para dirigir nuestra Cancillería.

Todo el mundo dice que Alberto Arenas debía ir a Hacienda, pero, como dije más arriba, a mí me gusta más en la Secretaría General. Para Hacienda sugiero a Máximo Pacheco, el ex presidente de International Paper para Europa y el Medio Oriente. Experiencia, inteligencia, dedicación y, nuevamente, lealtad. Conoce el mundo, conoce el cobre, sabe cuán importante es la globalización y sabe manejar proyectos. Si bien fue entrenado como economista, su vida laboral ha sido alejada del mundo de los economistas profesionales. Y eso puede ser una ventaja. Pacheco, gran conocedor del sector privado, es un gran nombre para guiar una reforma tributaria que aumente los ingresos fiscales, pero que no genere grandes desincentivos a la inversión.

Pablo Simonetti es mi candidato para Cultura. Ingeniero de formación, escribidor superventas y activista incansable por la causa de los derechos civiles. La fundación de "Iguales" demostró que es un excelente gestor, algo necesario para batallar contra el apagón cultural que se arrastra por años. Javiera Blanco es el nombre lógico en la vocería. Durante la campaña ha cumplido el rol con fuerza y eficiencia; puede ser asertiva y flexible a la vez.

Andrea Repetto sería una gran carta para Trabajo. Ha pensado durante años sobre la reforma laboral y entiende cabalmente cómo ésta se engarza en el resto del programa. Guillermo Larraín, autor de los capítulos más interesantes del influyente libro El otro modelo, sería un gran ministro de Desarrollo Social.

Al formar el gabinete, la nueva presidenta también debe pensar en ampliar su base de apoyo. Esto significa incorporar a personas que, en algún momento, no estuvieron con ella. Y aquí hay dos partidarios de Andrés Velasco que resultan especialmente atractivos: Juan José Santa Cruz, en Transportes, y Rafael Guilisasti, en Economía. Santa Cruz es un empresario exitoso, con amplia comprensión de lo vital que es, para un país lejano, contar con una infraestructura de primer nivel. Guilisasti, por su lado, es ejecutivo de una de las empresas triunfadoras en el mercado de exportación. Tiene buenísimas relaciones con los empresarios (fue presidente de la Sofofa) y con muchos de los líderes de la Nueva Mayoría (fue miembro histórico del Mapu). Bajo su liderazgo sería posible mover la agenda de reformas pro eficiencia y productividad que Chile necesita para competir con éxito en el mundo globalizado.

Son sólo 11 nombres, pero 11 nombres de primer nivel que constituyen un embrión magnífico para un gabinete para todo Chile.R