Tranquilo, con esta agonía no me refiero precisamente a usted, que en estos momentos comienza a leer, sino que al asesinato lento pero inevitable que en nuestra gramática parlante acomete el coloquial, atrevido y confianzudo "tú".
Atrás quedaron los años en que los niñitos trataban de usted a sus profesores, padres de amigos, caballeros del quiosco y señoras del aseo en general, porque hoy, la nueva chiquillada tutea sin pausa ni distancia a todos por igual. Mi hijo adolescente, por ejemplo, jamás ha tratado de usted a nadie y sus amiguitos con suerte me dicen "hola tío, ¿cómo estay?" y no lo critico, simplemente lo contemplo, mastico y pienso que sólo es un reflejo de esta época que nos regala información a chorros, donde todos podemos levantar la voz (seamos escuchados o no) y con familias que se relacionan de manera horizontal, más cercana y menos jerárquica (el viejo patriarcado ya está jubilado).
Eso sí, me gusta tratar de usted, pero no para marcar diferencias, sino como una señal de respeto y admiración, además, estoy seguro de que un buen insulto es infinitamente más poderoso cuando al garabato se le antepone el usted, pero bueno según leí por ahí, la proliferación del tuteo empezó en países como Italia, Francia, Rusia y España, allá por los años cuarenta, cuando en los regímenes comunistas y fascistas comenzaron a tratarse de compañeros y camaradas para dar la señal de que todos estaban en la misma causa. Incluso, un amigo completamente totalitario asegura que la abolición absoluta del protocolo y el destierro de las diferencias formales para dirigirse a los demás es signo inequívoco de una sociedad que crece más igualitaria y solidaria. "Chile agarra confianza y se empodera", me comentaba con ojos desorbitados el otro día.
En cambio, hay quienes se aterran, llegando a plantear que con la desaparición del usted, nuestra lengua se empobrece, ya que al perder caminos alternativos de comunicación, no tenemos manera de diferenciar la familiaridad y el respeto, entonces, conversación y relación se enredan. Lo cierto es que este cambio de paradigma verbal ya es un hecho y la publicidad, que se supone debe ser reflejo de lo que pasa en el cotidiano, así lo demuestra. Hace veinte años cuando comencé a escribir avisos, era impensable tratar a los consumidores de tú. Hoy, salvo excepciones, los clientes eligen tutear en cada spot, frase de radio o promoción que me toca redactar.
El galopar de años lo encabrita todo y, por supuesto, hay mayores (de esos que pierden casi todo su tiempo en añorar) que llegan a indignarse porque un mocoso tiene la insolencia de tutearlo, otros por el contrario miran el vaso donde dejan la choclera medio lleno y lo toman como un halago porque así no se sienten tan viejos.
Tengo amigos que aún tratan a su padre de "oiga, papá" (aunque eso, ni cuando era chico lo pude entender) porque a los de mi generación nos enseñaron a llamar de don a cada mayor. Por ejemplo, desde que conocí a mis suegros (hace veinte años) nunca los he tuteado. El problema es que el padre de mi mujer es diseñador, estudió teatro, dibujó en el Fortín Mapocho y fue uno de los creadores de la ochentera revista Beso Negro, es decir, siempre ha sido un viejo muy progre, de hecho, ni los amigos de mi cuñado chico lo trataron alguna vez de usted, pero no hay caso, para peor, tengo la hidalga obligación de reconocer que durante mucho tiempo he cometido la sonrojante ñoñería de llamarlo tío y por supuesto, me convertí en el hazmerreír de cada mesa navideña y dieciochera donde se sienta la familia en patota porque, inevitablemente, antes o durante el bajativo alguno de los comensales comienza el feroz careo: "¿Por qué tratas de usted a Jorge?", "porque es muy viejito", contesto siempre esperando que la talla angosta cambie el foco de atención pero, generalmente, insisten con un "pero tutéalo, no seas leso" y sí, alguna vez lo intenté, pero me ha sido imposible romper el algoritmo con el que fui programado.
En una comida de Año Nuevo, cuando las burbujas de los innumerables brindis subieron a la cabeza de varios, apareció el maldito tema; "yaaaaapo, Marcelo, no podís ser tan mamón de decirle tío a tu suegro", y mientras las risas sonaban como fuegos de artificio, mi incomodidad crecía hasta que el buen suegro sacó su vozarrón para decir: "Déjenlo en paz, si me quiere tratar de usted y decir tío, da lo mismo, lo importante es que se sienta cómodo", y con un alivio comenzó el nuevo año. Como cada palabra siempre se divide en dos (emisor y receptor), de eso se trata, de sentirse cómodo y por supuesto, no incomodar a los demás.
Sí, usted y yo estamos muriendo de a poquito, para eso nacemos y, definitivamente, creo que mi generación será la última que no tuteará a sus mayores y por lo mismo, cuando nuestros viejos ya no estén, quedaremos sin nadie a quien tratar de usted.