Por San Diego la densidad de tipos con poleras negras se acrecienta en las cercanías del teatro Caupolicán. Cerveza en mano, están en la previa del sábado por la noche. En el recinto, se escucha el nombre de la banda, vitoreado con el acento guerrero que implica en el vocabulario mapuche. El hashtag #lahistoriaseescribeenlacalle se multiplica por Twitter como un grito virtual. Es el regreso de Weichafe tras una pausa de cinco años en que su rock duro, de raíz popular y personalidad de barristas en el tablón, quedó en vilo. Durante el paréntesis el guitarrista, cantante y líder Angelo Pierattini, se ha revelado como uno de los nombres más interesantes de la escena musical chilena, con una ductilidad que su banda original, el trío que completan el bajista Marcelo Da Venezia y el baterista Mauricio Hidalgo, practicó solo a ratos en su discografía.
Hubo dos conciertos, de alguna manera. Primero una intensa experiencia emotiva por el reencuentro, con situaciones inéditas como el primoroso gesto de la banda de montar un set acústico en galería, pasaje en el que un espectador contó que conoció a su pareja en una tocata del grupo, y que era momento de pedir matrimonio. También la cita de generaciones distintas, como bien apuntó Pierattini: adelante los seguidores más jóvenes, dispuestos a convertir la pista en una gigantesca centrífuga de cuerpos, girando con las canciones más intensas como Pichanga; atrás los fanáticos veteranos, que identificaron a Weichafe como la versión local de Divididos y La Renga a fines de los 90, durante aquel veranito de San Juan que implicó el proyecto Rock y guitarras de radio Concierto, donde el trío ganó su sitio gracias al single Tres puntas.
El segundo cariz, a sus seguidores importa poco y nada, decodificado sólo como una enésima señal de fuerza y compromiso: el sonido apelotonado, grueso, de escasos matices y nulos detalles. Justo decir que a medida que avanzó la noche la calidad del audio mejoró, pero también marcó dudas y cierta decepción, porque poco y nada del progreso musical de Pierattini, que por lo demás ha estado acompañado de Da Venezia en los últimos años de su trayecto solista, se traspasó en este amplio abrazo de 31 temas con dos horas y media de descarga, más la presencia de invitados como Aguaturbia y Gonzalo Henríquez.
Con un nuevo disco anunciado para 2015 y una fanaticada intacta, Weichafe retomó su lugar como reyes locales de un rock que concibe su naturaleza en una chilenísima mezcla de rabia y decepción, expresados en un amasijo de decibeles al ataque, como un peleador callejero que no sabe mucho de técnica, solo golpear con músculo y corazón.